martes, 15 de junio de 2021

El reto de diseñar e implementar una política general de Gobierno responsable

Por: Wens Silvestre

En medio de la incertidumbre política y al margen de los resultados finales del proceso electoral, es necesario que el régimen de Gobierno que asuma el próximo 28 de julio, busque, a través del diálogo sincero, la unidad y reconciliación entre peruanos, con la finalidad de enfocar sus esfuerzos en continuar con el proceso de vacunación contra la COVID-19, la reactivación económica y la recuperación de empleo, que permita reducir la pobreza a nivel pre-pandemia. Estos objetivos sólo serán posibles, si el Gobierno es capaz de armonizar  sus políticas con el  sector empresarial y la sociedad en su conjunto.  En tanto, a mediano y largo plazo, los objetivos están ligados a mejorar la seguridad ciudadana, consolidar el dinamismo económico descentralizado, lucha anticorrupción y reforma del Estado camino a mejorar su eficacia y eficiencia.

Sin duda, un Gobierno responsable, en principio, debe velar por conservar y mejorar la estabilidad política y macroeconómica (económico y financiero). Esta condición es importante porque genera confianza para que los agentes económicos tomen decisiones a largo plazo. Además, es importante porque ayuda en la estrategia para atraer inversión privada y generar mayores recursos fiscales, necesarios para financiar el presupuesto del sector público. En efecto, una economía sana propenderá a contar con unidades económicas rentables, el mismo permitirá una mayor recaudación tributaria, elevando la presión tributaria. Asimismo, garantizará tener una buena calificación riesgo país que permite acceder a créditos a tasas muy bajas.

En otro escenario, un Gobierno irresponsable hará todo lo contrario y afectará de manera distinta a todos los peruanos, a corto, mediano y largo plazo.

La pandemia impactó a nuestra economía, registrando una caída de 12,9% durante el 2020 y, en consecuencia, también se ha visto afectado las cuentas fiscales, el nivel de empleo, entre otras variables. 

En relación al impacto fiscal, por ejemplo, el presupuesto del sector público ha sido financiado en parte con endeudamiento público, debido a una caída en la recaudación tributaria. Así, durante el 2020 el déficit fiscal llegó a 10,7% del PBI y para el presente año se pretende reducir a 6,2%, teniendo como resultado un incremento del saldo de deuda pública como porcentaje del PBI, pasando de 26,8% a 37,5% (2020). En este proceso de reactivación económica, el gobierno  ha venido implementando una política fiscal expansiva. Sin embargo, esa política no puede ser permanente en la medida que es financiado en parte con endeudamiento. Recordemos que tenemos una Ley de Responsabilidad y Transparencia Fiscal, aunque se relajó durante el 2020 para atender esta emergencia, es necesario retornar paulatinamente a los niveles pre-pandemia, con la finalidad de recuperar la confianza en los mercados internacionales y nos permita tener financiamiento a bajas tasas de interés, y no afectar la estabilidad de precios interés.

Por otro lado, en relación al empleo, durante el 2020, según el INEI, 2.2  millones de peruanos perdieron su empleo. En ese sentido, el objetivo social fundamental a corto plazo, es recuperar los niveles de empleo pre-Covid-19, y reducir el nivel de pobreza que pasó de 20,2% (2019) a 30,1% (2020). Según las últimas estimaciones del Banco Mundial, la economía peruana crecerá 10,3% durante el 2021. Empero, lograr alcanzar dicha estimación dependerá del control de la pandemia,  de la sostenibilidad fiscal y de las medidas que adopta el Gobierno entrante que recupere la confianza en la viabilidad del país. De allí, la importancia de contar con estabilidad política-social y macroeconómica.

Además, es necesario no perder de vista los elementos de un creciente riesgo sobre la  estabilidad política-social y el crecimiento económico. La disipación de estos riesgos, dependerá de quién asuma la conducción del Poder Ejecutivo y de la política general de Gobierno que anuncie y ejecute durante su gestión.

Finalmente, es necesario reiterar la necesidad de ejercer una gestión responsable, cuya política de Gobierno se oriente a consolidar el proceso de reactivación económica, consolidar la disciplina fiscal y regulaciones que no afecte el funcionamiento de los mercados y con reformas que no involucre cambios en el capítulo económico de la Constitución. Un escenario contrario, como mencioné, generarán resultados adversos que impactará directamente a la población de distinta manera, a lo largo del tiempo. En ese sentido, es importante recuperar la certidumbre y confianza en los agentes económicos.

miércoles, 19 de mayo de 2021

La corrupción: un mal social a nivel global

 Por: Wens Silvestre


La corrupción es un mal social. En principio no es exclusivo de un determinado país o régimen político, tampoco son propios de los tiempos contemporáneos, algunos historiadores se remontan hasta el reinado de Ramsés IX (1 100 a.C.) en Egipto. Un antiguo funcionario del faraón, denunció en un documento, los negocios sucios de otro funcionario que se había asociado con una banda de profanadores de tumbas. En Grecia, Demóstenes (324 a.C.), acusado de haberse apoderado de las monedas depositadas en la Acrópolis por el tesorero de Alejandro, fue condenado y obligado a huir.

Las  evidencias empíricas indican que ni siquiera los países más avanzados en transparencia se libran de la corrupción (Nueva Zelanda, Dinamarca, Finlandia, Suiza, Singapur, etc.). Sin embargo, podemos afirmar que  los Estados más corruptos, son también los más autoritarios y socialistas. La corrupción está presente en todos los Estados, ninguno se libra, independientemente del tipo de gobierno, claro está se percibe en mayor o en menor grado. En efecto, durante el 2020, según Transparencia Internacional (TI), dos tercios de los países del mundo no alcanzaron los 50 puntos de 100 en el índice de percepción de la corrupción, es decir, se podría afirmar que dos tercios de los Estados del mundo son los más corruptos, identificando como práctica habitual el soborno, malversación de fondos y el nepotismo. TI calificó a Venezuela (socialista), Yemen (camino a Estado fallido), Siria (totalitarismo), Somalia (Estado fallido) y Sudán del Sur (Estado nuevo cogobierno), como los países más corruptos del planeta, ocupando los últimos 5 lugares del ranking de TI. Perú se ubica en el puesto 94 con solo 38 puntos de 100, es decir, está en el paquete de los más corruptos. Bolivia, que algunos admiran y lo consideran un modelo a seguir, está debajo de Perú, ocupa el lugar 124 con solo 31 puntos. Ver Índice de percepción de la corrupción.

En ese contexto, podemos afirmar que la extinción de la corrupción no depende de la solitaria acción o voluntad de una persona o una organización política o solo de los servidores de una organización del Estado. Es un mal que está en los individuos, he ahí su complejidad para combatirla. Para aminorar sus efectos y la percepción de la corrupción, los gobiernos tienden a implementar mayoritariamente medidas reactivas y coercitivas, otros implementan medidas proactivas preventivas, fortaleciendo los sistemas de control y transparencia de los actos y acciones de los servidores públicos. No hay una fórmula mágica que asegure la extinción de la corrupción. Sin embargo, la fórmula para reducirla,  dependerá de la eficacia de las medidas coercitivas y preventivas, pero, además, dependerá de un  proceso de largo aliento, de cambios generacionales, de la formación moral y  de los valores éticos de los individuos.

En una democracia como la nuestra, donde prima el Estado de derecho, son las autoridades competentes las llamadas a prevenir, corregir y sancionar a los individuos que estén inmersos en algún acto de corrupción. Para eso, el Estado cuenta con un sistema nacional de control, cuyo órgano rector es la Contraloría General de la República, así como los órganos jurisdiccionales encargados de vigilar y sancionar cuando corresponda

Finalmente, la lucha contra la corrupción, no depende de un “salvador”, menos de un caudillo. La lucha contra la corrupción es tarea de todos, no solo debe liderar el Estado y sus servidores públicos, sino depende del compromiso de todos los individuos que forman parte de una sociedad. Además, la historia nos demuestra que extinguir la corrupción, es casi una utopía, tiene más sentido hablar de reducir a su mínima expresión la percepción de la corrupción. En consecuencia, si un candidato te promete una gestión “sin corrupción”, por lo menos, debes dudarlo, porque ni siquiera los países más avanzados del planeta están libres de ese mal social.

martes, 6 de abril de 2021

Reflexión final: Elecciones Generales 2021


Estamos a cinco días de un nuevo proceso electoral que nos permitirá seguir fortaleciendo la incipiente democracia peruana. Cada ciudadano tendrá la oportunidad de decidir y elegir un candidato de su preferencia, en principio para reafirmar nuestro compromiso con el respeto de los derechos fundamentales de  la vida y las libertades, y los derechos sociales y económicos.

La democracia es el único sistema político en la cual cada ciudadano, sin distinción, tiene el poder de decidir libremente, a quién le da su voto de confianza en un proceso de elección de autoridades, que en nuestra representación, tomará decisiones observando las atribuciones que le confiere la Constitución y las leyes.  Dirigirá el Poder Ejecutivo y definirá quiénes conformarán la Representación Nacional. En ese contexto, es imperativo que cada ciudadano emita un voto responsable y objetivo.

El Perú ya no está para experimentos que fracasaron en muchos países y subsisten en algunos otros, como malos ejemplos. En ese sentido, el ciudadano debe observar y reflexionar a quién le dará su voto de confianza. Basta de engaños y agendas populistas e irresponsables.

Es sabido que, en nuestra incipiente democracia, subsisten fallas y puntos críticos propios de una sociedad como la nuestra, una de ellas, y la más grave, la corrupción, que es más bien un problema a resolverse a largo plazo, porque lamentablemente es un mal institucionalizado, cuya responsabilidad la debemos asumir todos los ciudadanos.

Un mecanismo para ir resolviendo el problema crónico de la corrupción, es a través de la autoevaluación permanente de cada acto y decisión que hayamos asumido en nuestra cotidianidad. Esta autoevaluación te permitirá ver que en algunos de esos comportamientos, se manifiesta algún elemento que te hace susceptible a la corrupción. Esos rasgos tenemos que quitar de raíz, sí realmente queremos como sociedad, estar libres de corrupción. Ese es un ideal para avanzar más rápidamente, hacia un país con menor corrupción, sin pobreza, más justo y más desarrollado.

Muchos candidatos presidenciales y parlamentarios, algunos sectarios, asumen que cambiando la Constitución Política, se solucionarán los problemas de la pobreza, la inseguridad, la corrupción, entre otros males de la sociedad. Esa es una falacia, que más bien forma parte de una estrategia que persigue otro fin, que es llegar al poder para destruir lo poco que se avanzó, entre otros, en la lucha contra la pobreza y pobreza extrema.

Existen candidatos con ideologías nocivas para la gente, dado que persisten en la fantasía de solucionar todos los problemas que atañen a la sociedad con una lista de buenas intenciones, que resulta, electoralmente, apetecible para los ciudadanos, aprovechando que se encuentran en una situación complicada, como consecuencia de las medidas implementadas para enfrentar la crisis sanitaria que destruyó millones de empleos y quebró empresas. Ante esa realidad, los candidatos ofrecen de todo, sin mencionar el cómo, ni considerar el escaso margen de los recursos que dispone el Estado para atender todos los problemas, con el pasivo de un Estado paquidérmico y enfermo. Los ofrecimientos son diversos, para congraciarse con la población electoral, ofrecen aumento de sueldos, bonos para todos los gustos, y por supuesto aprovechan la oportunidad para ofrecer eliminar la pobreza y miseria, solo cambiando la Constitución.

Recordemos que las sociedades que abrazaron las ideologías del "comunismo" o el "socialismo", fracasaron y conocemos cuál ha sido su destino final. Estas ideologías al no sostenerse en evidencia científica, se sostiene en la creencia, en la fe, de un ideal que nunca funcionará, y eso es lo que representan los partidos de izquierda tradicional peruana, con pregonan sus ideas trasnochadas y destructivas, que vende la idea de redistribuir la "riqueza" que no saben producir y no existe, que les encanta más bien destruir la economía para crear más pobres y así enquistarse en el gobierno y en  el Estado, a través del clientelismo político, mantenido con los escasos recursos del Estado, como en el caso de Venezuela. Destruir por odio y resentimiento a los inversionistas y empresarios que sobresalen para lograr su objetivo de "igualdad". Una "igualdad" que se resumen en que todos permanezcan pobres y restringidos en sus derechos fundamentales y libertades, sin embargo, favoreciendo el enriquecimiento de los allegados y dirigentes de un supuesto gobierno "inclusivo" "del pueblo" "progresista" "de izquierda", es más bien una inecuación,  cuya ruta no sirve para sacar al país adelante.

Los que abrazan ideologías trasnochadas en la práctica son los más egoístas, son los que aspiran y usan su ideología, que ni ellos lo creen porque en la práctica, hacen uso y viven como los que dicen "odiar". Hablan por ejemplo, de una educación gratuita para todos, proporcionado por el Estado intervencionista, cuando en la menor oportunidad, en la práctica son ellos los primeros en aspirar a que sus proles estudien y se formen en las escuelas o universidades privadas, tanto nacionales como extranjeras. 

Los políticos con ideologías trasnochadas, generalmente, son incoherentes entre lo que piensan, dicen y hacen. Esa es la realidad de los ahora se hacen llamar "progresistas" (antes...).

En ese contexto, emitir un voto responsable, implica decidir pensando en quién podría ser el mejor ciudadano, para asumir la responsabilidad de un cargo de elección en la organización del Estado, en principio que nos garantice nuestros derechos fundamentales, como la vida, nuestras libertades y derechos sociales y económicos. Elegir solo basándose en ideologías (que no funcionan, más que para crear más pobreza, destrucción y división social), es mala consejera. Elegir con el hígado, es mala consejera. Elegir por envidia o por el deseo de destruir al resto, es muy mala consejera. El voto responsable, implica votar por el que tiene mejores credenciales para liderar un gobierno eficaz, abierto y justo, al margen de las preferencias.

También debemos tener claro que quienes resulten elegidos en este proceso electoral no van a resolver de la noche a la mañana los problemas estructurales del país, pero sí elegimos con responsabilidad, estos lograran mejores resultados, sin duda.

Reitero, la propaganda de los que promueven ideologías trasnochadas, pueden resultar apetecibles y seductoras ante el oído del elector, porque ofrecen solucionarte todos tus problemas, como por arte de magia y con una varita mágica. Eso es para tener mucho cuidado, porque sabes muy en el fondo de ti, que te están vendiendo "sebo de culebra". 

La realidad es que gobernar un país y solucionar los problemas más álgidos de la población, no basta con los buenos deseos de unos pocos, sino requiere de las voluntades de todos, del esfuerzo y trabajo de todos.

Amigo y ciudadano, si bien tenemos una variedad de candidatos presidenciales y parlamentarias que, más que líderes y sabios, se han sumido y confundido entre las múltiples expectativas de la población, que pueden ser legítimas, sin embargo, es nuestra obligación votar y elegir al mejor. Aquel que haya sido coherente entre su trayectoria, sus propuestas y su discurso. Vale la pena correr el riesgo votar por el más coherente. En consecuencia, este 11 de abril, vota pensando en el bien del interés general, incluso dejando a un lado tus intereses personales y partidarios, y más bien pensando en el interés nacional.

¡Que Dios y su sabiduría nos ilumine!

Gráfico: UPC