Por Wens Silvestre
La investidura del gabinete Álvarez llega con la promesa de “recuperar la autoridad del Estado” y un reconocimiento explícito de la crisis de confianza. Bien; era indispensable decirlo. Pero el contexto exige más que frases: exige reglas. Porque el mismo día en que el país escucha la oferta de puentes y diálogo, el Gobierno decreta estado de emergencia en Lima y Callao por 30 días, habilitando empleo de FF. AA. junto a la PNP, restricciones a reunión y desplazamiento, y una gradación de medidas que ya conocimos —con resultados pobres— bajo la gestión previa. El mensaje político es inequívoco: la autoridad se quiere afirmar desde la excepción antes que desde la gestión.
Con
todo, el eje seguridad tiene espacio para políticas que sí ayudan: flagrancia
afinada para extorsión, cooperación regulada con operadoras, inteligencia
penitenciaria y trazabilidad financiera. Pero ese menú cabe en leyes
específicas y protocolos ejecutivos; no exige un cheque en blanco de delegación
legislativa por 90 días “con todas las herramientas del derecho”. En un
gobierno interino y con déficit de legitimidad, las herramientas
extraordinarias deben ser excepcionales, acotadas y auditables; de lo contrario,
el costo reputacional supera la ganancia táctica.
Mientras
tanto, la otra emergencia —la fiscal— no admite más dilación. El Consejo Fiscal
documentó una oleada de 229 leyes con impacto fiscal adverso entre 2021 y
octubre de 2025; 101 de ellas por insistencia, con un costo anual superior a S/
36 mil millones. Solo cinco normas aprobadas desde agosto de 2024 suman ≈S/ 22
mil millones al año (1,8% del PBI): FONCOMUN (Ley 32387), capacitaciones SUNAT
para microempresas (Ley 32335), amnistía IR por rentas no declaradas (Ley
32201), homologación del CAFAE 276 (Ley 32424) y negociación colectiva
descentralizada con incidencia económica (Ley 32216). El trazo grueso es
brutal: sin corrección, el déficit se separa de la trayectoria del MMM y la
deuda pública podría trepar hacia ≈70% del PBI en 2036, devorando espacio para
salud, seguridad y agua.
Aquí
conviene hablar claro de responsabilidades recientes. Bajo la presidencia
parlamentaria de José Jerí, el Congreso promulgó por insistencia la Ley 32424
(homologación del CAFAE 276) el 20 de agosto de 2025, pese a observaciones de
sostenibilidad; además, en septiembre de 2025 se aprobó por insistencia la Ley
32448, que elimina el requisito de opinión favorable del MEF para convenios
colectivos centralizados y permite indexaciones, abriendo una compuerta de
gasto rígido. Son decisiones populistas por su efecto permanente y su baja
calidad de diseño; y, sí, ocurrieron ya en la actual conducción congresal. Un
Ejecutivo serio que hoy pide “confianza” debería deslindar y proponer su
corrección.
No
es menor que el gabinete evite pronunciarse sobre Petroperú —¿habrá más
rescates?— ni ancle sus anuncios a una regla PAYGO (“no gasto sin
fuente”). Pedir facultades y activar emergencias sin decir cómo se financiarán
operativos, tecnología, horas-policía o medicamentos es una asimetría
peligrosa. Y lo mismo ocurre con REINFO: bien que el premier advierta que
ampliarlo incentiva la ilegalidad; falta el paquete operativo (control de
combustibles, explosivos y flujos de dinero) con fechas, responsables y
coordinación fiscal-policía.
¿Qué
sería, entonces, una investidura adecuada al momento? Primero, autoridad con
reglas: protocolo de uso de la fuerza, cadena de mando y meta de cero
fallecidos en control de multitudes; emergencia focalizada con revisión semanal
del Congreso y prohibición expresa de usarla para limitar protesta pacífica; y
cualquier delegación acotada (extorsión/INPE/empresas de telecomunicaciones)
con cláusula de caducidad y control judicial para vigilancia. Segundo,
gestión con métricas: plan de 100 días con indicadores públicos (extorsión, Central
de Emergencias 911, % cámaras operativas, 100 hospitales con ≥80% de stock).
Tercero, disciplina fiscal: corregir las leyes más costosas aprobadas por
insistencia en 2024–2025 (empezando por CAFAE 32424 y el “efecto MEF” de
32448), y congelar exoneraciones y beneficios de baja calidad. Cuarto,
neutralidad electoral: mesa ONPE–JNE–Defensoría con protocolo de seguridad
electoral no militarizada.
De
lo contrario, el cuadro es conocido: más excepcionalidad, menos legitimidad,
más intereses y menos servicios. El discurso puede sonar conciliador; la
práctica, en cambio, teje un andamiaje de emergencia y delegación sin candados
y una coartada fiscal para no corregir la herencia populista —incluida la que
el propio Jerí convalidó desde la presidencia del Congreso. La transición
necesita gobernar con reglas, no sobre-atenderse con poderes extraordinarios; y
necesita contabilidad honesta, no magia.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario