domingo, 5 de octubre de 2025

Hambruna en Gaza nos concierne a todos

Por Wens Silvestre

No basta con pedir un alto el fuego. La ética mínima, hoy, es abrir rutas, financiar y asegurar —ya— un salvavidas humanitario verificable para una población que se está muriendo de hambre a la vista del mundo.

Para empezar, conviene nombrar el problema. En Gaza, la guerra entró en su fase más indecente: la del hambre administrada. El 22 de agosto de 2025, la autoridad técnica mundial en seguridad alimentaria (IPC) confirmó hambruna (Fase 5) en la Gobernación de Gaza y advirtió una expansión inminente si no se restablecen flujos sostenidos de alimentos, agua, salud y protección. No es un adjetivo; es un umbral científico que implica muertes por inanición prevenibles.

Además, el terreno se ha vuelto impracticable para quienes intentan ayudar. Tres días antes, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) suspendió temporalmente sus operaciones en Gaza Ciudad por la intensidad de las hostilidades. Cuando hasta los humanitarios más prudentes deben replegarse, el mensaje es inequívoco: el riesgo para civiles y trabajadores de ayuda es extremo.

Ahora bien, los números son toscos, pero necesarios para pensar con rigor. Según la ONU (citando al Ministerio de Salud de Gaza), más de 66 mil personas han muerto desde el 7 de octubre de 2023; los heridos superan los 168 mil; y ya se documentan centenares de muertes por malnutrición, incluidos niños. La magnitud es tal que ninguna causa política puede convertirla en aceptable. 

A estas alturas, reducir el debate a “pro-Israel” vs. “pro-Palestina” es quedarse sin categorías. Lo que emerge, más bien, es un fallo de sistema. Por un lado, un Consejo de Seguridad que demandó alto el fuego (Resolución 2728) sin capacidad de ejecución. Por otro, medidas provisionales de la Corte Internacional de Justicia con cumplimiento selectivo. Y, además, órdenes de arresto de la Corte Penal Internacional contra líderes de Israel y de Hamas cuya eficacia depende de la cooperación estatal. La ley existe; lo que falta es poder para aplicarla.

Dicho esto, conviene subrayar lo esencial: la hambruna es, en rigor, una falla logística y de gobernanza inducida por decisiones humanas. No hay déficit global de alimentos. Lo que hay son cierres, restricciones, inseguridad y trámites imposibles que impiden que camiones, convoyes y equipos lleguen adonde deben. Abrir cruces y asegurar corredores no es caridad; es tecnología institucional básica aplicada a una emergencia compleja.

Frente a una realidad tan cruda, sólo cabe un principio operativo: primero, la vida. Y eso exige pasar de la consigna al diseño de políticas esta misma semana. En concreto, propongo seis decisiones que pueden ejecutar Estados y organismos sin esperar una “solución final”:

1. Cese del fuego verificable e inmediato. Alineado con la Resolución 2728, con ventanas horarias protegidas para la entrada diaria de convoyes y equipos médicos. La verificación debería recaer en un mecanismo tripartito (ONU–CICR–Media Luna Roja) con reportes públicos diarios.

2. Apertura sostenida de pasos terrestres. Incluidos Kerem Shalom y Rafah, bajo monitoreo internacional con escaneo no intrusivo y listas blancas dinámicas de insumos críticos (agua, alimentos terapéuticos, combustible hospitalario). La experiencia comparada es clara: un corredor terrestre estable salva más vidas que cualquier pasarela marítima.

3. Protocolos de no ataque. Mapas de no-golpe (no-strike lists) vinculantes para hospitales, almacenes y panaderías; comunicación táctica 24/7 entre mandos militares y clústeres humanitarios. La suspensión del CICR en Gaza Ciudad demuestra que, sin esto, no habrá operación posible.

4. Condicionalidad en las transferencias de armas. Los Estados exportadores deben exigir cumplimiento ex ante del Derecho Internacional Humanitario como requisito de suministro y revisar ex post con trazabilidad. La disuasión funciona también en clave humanitaria cuando eleva costos a quien obstruye la ayuda o emplea tácticas prohibidas. La Resolución 2728 ya fijó el marco político; toca hacerlo exigible.

5. Paquete financiero puente. Desembolsos semanales para alimentación y salud primaria (UNRWA, PMA/WFP, OMS), con cuentas escrow, auditoría independiente y compras locales o regionales para acelerar entregas. Prioridad a alimentos listos para usar (RUTF) y potabilización de agua.

6. Rendición de cuentas. Cooperación con la CPI (órdenes de arresto vigentes), activación de jurisdicción universal en Estados Parte y sanciones selectivas (visas, activos) contra individuos que bloqueen corredores o ataquen personal humanitario. La impunidad no es una ley natural; es un incentivo que puede y debe alterarse.

A quienes sostienen que “no hay manera segura de operar” en Gaza Ciudad, la respuesta es amarga pero simple: si la guerra impide alimentar a los niños, esa guerra —en esos términos— no es defendible. Y si la operación militar hace imposible la operación humanitaria, la ética pública obliga a ajustar la operación militar.

Mientras tanto, el liderazgo político en Israel carga con una responsabilidad histórica. Gobernar no es sólo derrotar a un enemigo; es no destruir la base moral y estratégica de la convivencia futura. Ninguna victoria militar compensará una derrota civilizatoria. La hambruna confirmada es exactamente eso.

También corresponde interpelar a Hamas. Su estrategia de supervivencia militante, el uso de rehenes y el operar entre civiles violan el derecho de la guerra y agravan el costo humano. Pero la ética liberal no es un juego de espejos: los crímenes de unos no absuelven las violaciones de otros. Para eso existe el derecho penal internacional, con nombres y apellidos.

En síntesis, alto el fuego sí, pero alto el hambre primero. No hay disyuntiva. Abrir pasos, blindar convoyes, financiar la canasta de emergencia, proteger hospitales y panaderías, y condicionar armas no requiere esperar un plan político maximalista. Es una agenda de 48–72 horas y de semanas, no de años. Cada día que pasa, el costo humano y moral —y la fractura del orden internacional— se vuelven más difíciles de reparar. Actuar ahora no es sólo urgente: es lo mínimo que nos debemos como comunidad humana.

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