Por: Robert B. Zoellick
La producción se concentra en las grandes ciudades, las provincias avanzadas y las naciones ricas. La mitad de lo que se produce en el mundo cabe en el 1,5% de la superficie del planeta. El Cairo, que ocupa apenas el 0,5% de la superficie de Egipto, produce más de la mitad de su PIB. Los tres estados del centro y sur de Brasil ocupan el 15% del territorio nacional, pero representan más de la mitad de la producción del país. Y América del Norte, la Unión Europea y Japón —cuya población no alcanza a los 1.000 millones de personas— representan las tres cuartas partes de la riqueza del mundo.
Con todo, la concentración económica excluye a algunas poblaciones. En Brasil, China e India, por ejemplo, los estados atrasados registran tasas de pobreza que duplican con creces las de los estados avanzados. Más de las dos terceras partes de los pobres del mundo en desarrollo viven en aldeas.
Mil millones de personas, que habitan en las naciones más pobres y aisladas, sobre todo en África al sur del Sahara y Asia meridional y central, sobreviven con menos del 2% de la riqueza del mundo.
Estas personas desfavorecidas geográficamente deben enfrentarse todos los días con la realidad de que el desarrollo no genera prosperidad económica en todas partes al mismo tiempo; los mercados favorecen a algunos lugares más que a otros. Sin embargo, una mayor desconcentración general de la producción no necesariamente contribuye a la prosperidad. Las naciones que tienen un desempeño económico satisfactorio facilitan la concentración de la producción y, al mismo tiempo, instituyen políticas que permiten uniformar las condiciones de vida de las personas en lo relativo a educación, salud, alimentación y saneamiento en todo el territorio. Para beneficiarse tanto de la concentración económica como de la convergencia social se requieren medidas que propicien la integración económica.
La integración debe comenzar con instituciones que aseguren el acceso a los servicios básicos, como educación primaria, atención primaria de la salud, servicios de saneamiento adecuados y suministro de agua potable para todos. A medida que dicho proceso se torna más difícil, las políticas de adaptación deben incluir obras viales, ferrocarriles, aeropuertos, puertos y sistemas de comunicación que faciliten la circulación de mercancías, servicios, personas e ideas en el plano local, nacional e internacional. En el caso de las zonas donde por razones políticas o sociales la integración resulta más difícil, la respuesta debe ser tan amplia como lo requiera la situación, con instituciones que unan, infraestructura que conecte e intervenciones que se centren en metas específicas, por ejemplo los programas de mejoramiento de barrios de tugurios o los incentivos a productores para que se radiquen en determinadas zonas.
A partir de estos principios, en el Informe sobre el desarrollo mundial 2009, la 31a edición de la serie, se reformulan los debates de políticas sobre urbanización, desarrollo territorial e integración regional.
Se analiza la experiencia inicial de los países desarrollados y se extraen corolarios prácticos para la formulación de políticas de urbanización en los países en desarrollo de la actualidad. Respecto de los países más pobres de África y Asia que no tienen salida al mar o que de otro modo están aislados de los mercados mundiales, en el Informe se analizan enfoques prometedores en materia de integración regional que combinan cooperación institucional, infraestructura compartida e incentivos especiales.
En las economías de ingreso mediano en crecimiento, la prosperidad general puede ocultar zonas de pobreza persistente. En el caso de esos países, se describen estrategias para fomentar la integración nacional y ayudar a los pobres que viven en zonas menos favorecidas.
Es mi deseo que Una nueva geografía económica estimule el debate, sumamente necesario, sobre la conveniencia de lograr un “crecimiento equilibrado”, objetivo que ha resultado difícil de alcanzar.
También espero que, al servir de base para importantes debates de políticas, señale el camino hacia un desarrollo más incluyente y sostenible.
Con todo, la concentración económica excluye a algunas poblaciones. En Brasil, China e India, por ejemplo, los estados atrasados registran tasas de pobreza que duplican con creces las de los estados avanzados. Más de las dos terceras partes de los pobres del mundo en desarrollo viven en aldeas.
Mil millones de personas, que habitan en las naciones más pobres y aisladas, sobre todo en África al sur del Sahara y Asia meridional y central, sobreviven con menos del 2% de la riqueza del mundo.
Estas personas desfavorecidas geográficamente deben enfrentarse todos los días con la realidad de que el desarrollo no genera prosperidad económica en todas partes al mismo tiempo; los mercados favorecen a algunos lugares más que a otros. Sin embargo, una mayor desconcentración general de la producción no necesariamente contribuye a la prosperidad. Las naciones que tienen un desempeño económico satisfactorio facilitan la concentración de la producción y, al mismo tiempo, instituyen políticas que permiten uniformar las condiciones de vida de las personas en lo relativo a educación, salud, alimentación y saneamiento en todo el territorio. Para beneficiarse tanto de la concentración económica como de la convergencia social se requieren medidas que propicien la integración económica.
La integración debe comenzar con instituciones que aseguren el acceso a los servicios básicos, como educación primaria, atención primaria de la salud, servicios de saneamiento adecuados y suministro de agua potable para todos. A medida que dicho proceso se torna más difícil, las políticas de adaptación deben incluir obras viales, ferrocarriles, aeropuertos, puertos y sistemas de comunicación que faciliten la circulación de mercancías, servicios, personas e ideas en el plano local, nacional e internacional. En el caso de las zonas donde por razones políticas o sociales la integración resulta más difícil, la respuesta debe ser tan amplia como lo requiera la situación, con instituciones que unan, infraestructura que conecte e intervenciones que se centren en metas específicas, por ejemplo los programas de mejoramiento de barrios de tugurios o los incentivos a productores para que se radiquen en determinadas zonas.
A partir de estos principios, en el Informe sobre el desarrollo mundial 2009, la 31a edición de la serie, se reformulan los debates de políticas sobre urbanización, desarrollo territorial e integración regional.
Se analiza la experiencia inicial de los países desarrollados y se extraen corolarios prácticos para la formulación de políticas de urbanización en los países en desarrollo de la actualidad. Respecto de los países más pobres de África y Asia que no tienen salida al mar o que de otro modo están aislados de los mercados mundiales, en el Informe se analizan enfoques prometedores en materia de integración regional que combinan cooperación institucional, infraestructura compartida e incentivos especiales.
En las economías de ingreso mediano en crecimiento, la prosperidad general puede ocultar zonas de pobreza persistente. En el caso de esos países, se describen estrategias para fomentar la integración nacional y ayudar a los pobres que viven en zonas menos favorecidas.
Es mi deseo que Una nueva geografía económica estimule el debate, sumamente necesario, sobre la conveniencia de lograr un “crecimiento equilibrado”, objetivo que ha resultado difícil de alcanzar.
También espero que, al servir de base para importantes debates de políticas, señale el camino hacia un desarrollo más incluyente y sostenible.
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