Por: Wens Silvestre
El
8 de julio de 2024, se celebra el Día del Maestro, una fecha dedicada a
honrar a quienes desempeñan un papel sustancial en la formación de las futuras
generaciones. Esta celebración, tradicionalmente programada para el 6 de julio,
se ha trasladado excepcionalmente este año. En este contexto, es pertinente
reflexionar sobre la relación entre la educación y la ignorancia, y cómo la
disminución de la ignorancia puede mejorar significativamente las relaciones
humanas, la calidad de vida y la valoración del conocimiento en nuestra
sociedad.
La ignorancia, como ha señalado Peter Burke en su libro "Ignorance: A Global History", no es simplemente una ausencia de conocimiento, sino una condición que puede ser cultivada y perpetuada de manera consciente o inconsciente. Burke subraya que "lo peor es no saber que no se sabe,” enfatizando la peligrosidad de la ignorancia inconsciente, que a menudo se disfraza de conocimiento o se justifica como virtud.
Este
concepto de ignorancia como una semilla que, una vez plantada y disfrazada de
virtud, se convierte en una mala hierba que estrangula la mente, es
brillantemente capturado por Steven Erickson en su novela "Un Dios
Inclemente". Erickson escribe: “la ignorancia es como una simiente y, allá
donde se plante disfrazada de virtud, se convertirá en una mala hierba que
estrangulará la mente hasta hacerle perder el raciocinio.” Esta metáfora
destaca cómo la ignorancia, cuando es cultivada y presentada como una virtud,
puede sofocar la capacidad de razonamiento y el pensamiento crítico.
La
educación juega un papel fundamental en la lucha contra esta forma insidiosa de
ignorancia. Jacques Rancière, en su obra, aboga por una educación que no solo
transmita conocimientos, sino que emancipe a los individuos, reconociendo y
respetando la igualdad de todas las inteligencias. La educación crítica, que
promueve el pensamiento independiente y la capacidad de cuestionar, es esencial
para romper el ciclo de ignorancia y manipulación que puede prevalecer en la
sociedad.
Los
educadores tienen una responsabilidad fundamental en esta lucha. Estanislao
Antelo, en su artículo "El desprecio en la noche de ignorancia”, destaca
cómo los maestros deben confrontar la ignorancia y el desprecio, y fomentar una
cultura de respeto y consideración. En lugar de perpetuar jerarquías de
conocimiento, los educadores deben valorizar la diversidad de experiencias y
perspectivas, creando un ambiente donde todos los estudiantes se sientan
valorados y capaces de contribuir.
Reducir
la ignorancia tiene un impacto directo en la mejora de las relaciones humanas y
la calidad de vida. La ignorancia a menudo lleva al prejuicio, la
discriminación y la falta de empatía. Una educación que promueva el
entendimiento y el respeto mutuo puede disminuir estos problemas, fomentando
una sociedad más inclusiva y compasiva.
En
un mundo donde el antiintelectualismo y la mediocridad pueden ganar terreno, es
importante valorar el conocimiento y la competencia. El desprecio por la
educación y la promoción de la mediocridad, como se observa en algunas
instituciones del Estado, socavan el progreso y perpetúan la desigualdad. Es
imperativo que, como sociedad, reafirmemos nuestro compromiso con la educación
de calidad y la excelencia académica, reconociendo el valor intrínseco del
conocimiento.
En
este Día del Maestro, recordemos la importancia de la educación como antídoto
contra la ignorancia. Valoremos el papel de los educadores y su contribución a
la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Reconocer y enfrentar
la ignorancia no solo mejora las relaciones humanas y la calidad de vida, sino
que también fortalece nuestras instituciones y nuestra democracia. Solo a
través del conocimiento y la educación crítica podremos superar el reino de la
mediocridad y construir un futuro mejor para todos.
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