Por Wens Silvestre
El Global Risks Report 2025, elaborado por el Foro Económico Mundial, dibuja un panorama inquietante para el presente año: conflictos armados, tensiones geoeconómicas, desinformación, polarización social y desastres climáticos dominan las preocupaciones globales. Estas tendencias, lejos de ser abstractas, tienen repercusiones concretas en economías emergentes como Perú, donde los riesgos globales se interconectan con vulnerabilidades estructurales, exacerbando los desafíos económicos, sociales y ambientales.
Top 10 - Riesgos Globales 2025 |
Estos
riesgos, además de amenazar la estabilidad global, tienen efectos sistémicos
que influyen directamente en países en desarrollo como Perú, donde las
capacidades estatales para mitigar los impactos de estas amenazas son
limitadas. En el plano económico, el comercio exterior peruano está
profundamente ligado a China, principal destino del 36% de las exportaciones, y
Estados Unidos, con el 14%. Las tensiones geoeconómicas globales podrían
reducir la demanda de cobre y productos agrícolas, sectores que representan más
del 60% de las exportaciones nacionales. Aunque la inflación global está
disminuyendo, Perú sigue vulnerable a aumentos en los precios de alimentos y
combustibles debido a su alta dependencia de importaciones. Este efecto
amplifica la desigualdad económica en un país donde el 1% más rico concentra
casi el 30% de los ingresos. Además, con un 70% de informalidad, la economía
peruana carece de los amortiguadores necesarios para resistir choques globales,
mientras que las pequeñas empresas no pueden adaptarse rápidamente a las
disrupciones tecnológicas o a la volatilidad comercial.
En
el ámbito social, la desinformación exacerba los conflictos socioambientales,
especialmente en torno a proyectos mineros y energéticos. Regiones como Loreto
y Puno enfrentan altos niveles de conflictividad social, sumando un total de
196 conflictos a nivel nacional, reportados por la Defensoría del Pueblo a
diciembre de 2024. Además, los 1.5 millones de migrantes venezolanos y
desplazados internos está saturando servicios públicos en ciudades como Lima y
Trujillo, generando tensiones entre locales y migrantes e intensificando las
divisiones sociales.
En
cuanto a los riesgos ambientales, aunque el último reporte de Enfen descartó El
Niño Costero y La Niña hasta agosto de 2025, el país no está exento de
fenómenos meteorológicos que pueden generar riesgos asociados. Esto se traduce
en pérdidas económicas debido a inundaciones, deslizamientos y sequías
focalizadas que impactan la agricultura, la infraestructura y la salud pública.
Por otro lado, la Amazonía peruana pierde alrededor de 150,000 hectáreas
anuales debido a la minería ilegal y la agricultura extensiva, poniendo en
riesgo ecosistemas clave y generando conflictos con comunidades indígenas. Al
mismo tiempo, las principales ciudades enfrentan una creciente crisis de
residuos sólidos. En Lima, menos del 50% de los desechos son gestionados
adecuadamente, lo que contribuye a problemas de salud y degradación
ambiental.
El
impacto de los riesgos globales en Perú subraya la necesidad de una respuesta
estratégica. Es imperativo reducir la dependencia del sector minero y fomentar
industrias como la agroindustria sostenible y el turismo ecológico, lo cual
fortalecería la resiliencia económica y generaría empleos en áreas rurales. A
la par, se deben implementar políticas participativas y transparentes para
resolver conflictos sociales, especialmente en zonas extractivas, y combatir la
desinformación mediante campañas de alfabetización digital. Perú también debe
priorizar proyectos resilientes al clima, como sistemas de riego eficientes y
defensas contra inundaciones, para proteger a las comunidades más vulnerables,
además de invertir en tecnologías de ciberseguridad y fomentar la adopción
tecnológica en pequeñas y medianas empresas para integrarlas en las cadenas de
valor globales.
El
2025 será un año determinante para Perú. Los riesgos globales, amplificados por
las tensiones geopolíticas, el cambio climático y la polarización social,
representan desafíos que trascienden las fronteras. Sin embargo, también
ofrecen una oportunidad para transformar las vulnerabilidades estructurales en
resiliencia, siempre que el país adopte una estrategia inclusiva, sostenible e
innovadora. En este mundo interconectado, la capacidad de anticipar y adaptarse
a los riesgos será el verdadero indicador del progreso.