Por Wens Silvestre
La reciente confirmación del gobierno peruano sobre la compra de 24 aviones de combate por un total de 3.500 millones de dólares ha reavivado el debate sobre la necesidad y pertinencia de modernizar el sistema de defensa nacional, particularmente la Fuerza Aérea del Perú (FAP). A pesar de las críticas iniciales por el elevado costo de esta adquisición, es imperativo entender que esta decisión no solo responde a una necesidad estratégica interna, sino también a las cambiantes dinámicas geopolíticas y de seguridad globales que afectan directamente a Perú.
El
escenario global ha evolucionado de manera rápida y desafiante en los últimos
años. La competencia entre las grandes potencias —Estados Unidos, China y Rusia—
ha escalado, aumentando las tensiones en diversas regiones del mundo,
incluyendo América Latina. Además, la proliferación de tecnologías militares
avanzadas, como los drones armados y las armas hipersónicas, está redefiniendo
la forma en que los países proyectan poder y aseguran su defensa.
La
Fuerza Aérea del Perú ha operado, desde la década de 1990, con una flota de
aviones de combate que, si bien en su momento fueron avanzados, hoy han quedado
obsoletos frente a las demandas actuales. Aviones como los MiG-29 y los SU-25
adquiridos durante el gobierno de Alberto Fujimori, o los Mirage 2000 que datan
de los años 80, ya no ofrecen las capacidades tecnológicas necesarias para
enfrentar amenazas modernas. La antigüedad de estos equipos y las dificultades
en el acceso a repuestos y mantenimiento adecuado han reducido
significativamente la capacidad operativa de la FAP.
La
adquisición de nuevos aviones de combate es, por lo tanto, una medida urgente y
estratégica. Entre las opciones que el gobierno peruano está considerando se
encuentran modelos avanzados como el Rafale francés, el F-16 Block 70 de
Estados Unidos, y el KF-21 Boramae surcoreano. Estos aviones no solo
representan una mejora significativa en términos de capacidad de combate, sino
que también son multirrol, es decir, pueden realizar una variedad de misiones,
desde defensa aérea hasta ataques aire-tierra y vigilancia estratégica.
El
ministro de Defensa, Walter Astudillo, subrayó durante el anuncio de la compra
que “la seguridad y el desarrollo son variables interdependientes”. Esta
afirmación es clave para entender por qué la modernización de las Fuerzas
Armadas, y en particular de la FAP, es esencial para el desarrollo de Perú. En
un país como el nuestro, donde las amenazas internas como el narcotráfico, la minería
ilegal y la deforestación en la Amazonía son persistentes, la capacidad de
control aéreo y vigilancia es fundamental.
La
adquisición de estos nuevos aviones permitirá a la FAP monitorear vastas áreas
del territorio, desde las fronteras en los Andes hasta el control del VRAEM y
la Amazonía, áreas donde operan grupos armados y redes criminales. Además, la
incorporación de tecnología de punta en los sistemas de combate aéreo permitirá
al país responder rápidamente a amenazas externas o internas y, en última
instancia, proteger la seguridad de los ciudadanos.
El
debate sobre los costos
Uno
de los principales puntos de crítica hacia la compra de los aviones es el costo
significativo que representa: 3.500 millones de dólares, con un financiamiento
escalonado de 2.000 millones en 2025 y 1.500 millones en 2026. Sin embargo, es
fundamental entender que este gasto no es un despilfarro, sino una inversión en
la seguridad y estabilidad a largo plazo del país. Las críticas que cuestionan
esta compra a menudo pasan por alto que, sin una defensa adecuada, el
desarrollo económico y social se ve constantemente amenazado.
Algunos
sectores políticos sostienen que Perú enfrenta necesidades más urgentes, como
la seguridad interna, la pobreza y la mejora de los servicios públicos que
deberían priorizarse sobre la compra de aviones. Si bien estas preocupaciones
son legítimas, reducir el debate a una elección binaria entre defensa nacional
y necesidades sociales es un error. La defensa aérea no es un gasto aislado o
lujoso, sino una parte fundamental para garantizar la seguridad integral del
país, proteger la soberanía y facilitar la vigilancia y control territorial en
regiones donde el Estado enfrenta desafíos, como el VRAEM. Además, una fuerza
aérea modernizada también es clave para responder eficazmente a desastres
naturales, interdicción contra el narcotráfico y otras emergencias. Descartar
la inversión en defensa podría dejar al Perú vulnerable frente a actores
externos e internos que podrían aprovechar la debilidad estratégica, lo que a
largo plazo resultaría en costos más altos para el Estado en términos de
seguridad, estabilidad y desarrollo económico.
El
costo de no modernizar nuestras Fuerzas Armadas es, en última instancia, mucho
mayor que el precio de estos aviones. El riesgo de una vulnerabilidad
prolongada frente a las amenazas internas y externas puede tener consecuencias
devastadoras para el país. Además, el esquema de financiamiento a través de
endeudamiento interno ha sido diseñado para minimizar el impacto fiscal
inmediato, permitiendo que la compra se realice sin comprometer otros sectores
prioritarios como la salud y la educación.
¿Qué
avión deberíamos elegir?
La
selección del tipo de avión a adquirir es un tema fundamental que debe basarse
en varios factores, entre ellos la capacidad multirrol, el costo operativo a
largo plazo y la transferencia de tecnología. Entre los candidatos, el F-16
Block 70 se presenta como una opción robusta, con un historial probado y costos
operativos relativamente bajos. Además, este modelo tiene una sólida cadena de
suministro y un amplio soporte logístico en la región, lo que garantizaría su
sostenibilidad a largo plazo.
El
Rafale francés, aunque avanzado, presenta un costo operativo más alto y una cadena
de suministro más limitada en América Latina, lo que podría dificultar su
mantenimiento en el futuro. Por otro lado, el KF-21 Boramae de Corea del Sur es
una opción prometedora, pero aún en desarrollo, lo que implica ciertos riesgos
tecnológicos y logísticos.
Finalmente,
la decisión no debe tomarse únicamente en términos técnicos, sino también en
función de las relaciones diplomáticas y geopolíticas. Un acuerdo con Estados
Unidos o Francia podría fortalecer los lazos con Occidente, mientras que un
acuerdo con Corea del Sur ofrecería oportunidades de transferencia tecnológica
y desarrollo conjunto, lo que podría ser beneficioso para la industria nacional
de defensa.
En
síntesis, la modernización de la Fuerza Aérea del Perú es una necesidad
estratégica urgente que no puede postergarse. En un mundo donde las amenazas se
vuelven más complejas y el entorno geopolítico cambia rápidamente, contar con
una fuerza aérea moderna y eficiente es esencial para garantizar la seguridad
nacional y promover el desarrollo interno. Si bien el costo de la adquisición
es alto, los beneficios en términos de estabilidad, seguridad y soberanía son
incalculables. Perú debe mirar al futuro con determinación, asegurándose de que
sus Fuerzas Armadas estén preparadas para los desafíos que vendrán, tanto
internos como externos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario