sábado, 5 de octubre de 2024

¿Es urgente modernizar el Sistema de Defensa Nacional para la Fuerza Aérea del Perú?

 Por Wens Silvestre

La reciente confirmación del gobierno peruano sobre la compra de 24 aviones de combate por un total de 3.500 millones de dólares ha reavivado el debate sobre la necesidad y pertinencia de modernizar el sistema de defensa nacional, particularmente la Fuerza Aérea del Perú (FAP). A pesar de las críticas iniciales por el elevado costo de esta adquisición, es imperativo entender que esta decisión no solo responde a una necesidad estratégica interna, sino también a las cambiantes dinámicas geopolíticas y de seguridad globales que afectan directamente a Perú.

El escenario global ha evolucionado de manera rápida y desafiante en los últimos años. La competencia entre las grandes potencias —Estados Unidos, China y Rusia— ha escalado, aumentando las tensiones en diversas regiones del mundo, incluyendo América Latina. Además, la proliferación de tecnologías militares avanzadas, como los drones armados y las armas hipersónicas, está redefiniendo la forma en que los países proyectan poder y aseguran su defensa. 

KF 21, F16, Rafale
En este contexto, los países que no modernicen sus fuerzas armadas corren el riesgo de quedarse atrás y quedar vulnerables frente a amenazas emergentes. Para Perú, la necesidad de una modernización de su Fuerza Aérea no es solo un lujo, sino una necesidad estratégica para garantizar la defensa de la soberanía nacional y la protección de sus vastos recursos naturales, especialmente en áreas críticas como la Amazonía y las zonas marítimas del Pacífico.

La Fuerza Aérea del Perú ha operado, desde la década de 1990, con una flota de aviones de combate que, si bien en su momento fueron avanzados, hoy han quedado obsoletos frente a las demandas actuales. Aviones como los MiG-29 y los SU-25 adquiridos durante el gobierno de Alberto Fujimori, o los Mirage 2000 que datan de los años 80, ya no ofrecen las capacidades tecnológicas necesarias para enfrentar amenazas modernas. La antigüedad de estos equipos y las dificultades en el acceso a repuestos y mantenimiento adecuado han reducido significativamente la capacidad operativa de la FAP.

La adquisición de nuevos aviones de combate es, por lo tanto, una medida urgente y estratégica. Entre las opciones que el gobierno peruano está considerando se encuentran modelos avanzados como el Rafale francés, el F-16 Block 70 de Estados Unidos, y el KF-21 Boramae surcoreano. Estos aviones no solo representan una mejora significativa en términos de capacidad de combate, sino que también son multirrol, es decir, pueden realizar una variedad de misiones, desde defensa aérea hasta ataques aire-tierra y vigilancia estratégica.

El ministro de Defensa, Walter Astudillo, subrayó durante el anuncio de la compra que “la seguridad y el desarrollo son variables interdependientes”. Esta afirmación es clave para entender por qué la modernización de las Fuerzas Armadas, y en particular de la FAP, es esencial para el desarrollo de Perú. En un país como el nuestro, donde las amenazas internas como el narcotráfico, la minería ilegal y la deforestación en la Amazonía son persistentes, la capacidad de control aéreo y vigilancia es fundamental.

La adquisición de estos nuevos aviones permitirá a la FAP monitorear vastas áreas del territorio, desde las fronteras en los Andes hasta el control del VRAEM y la Amazonía, áreas donde operan grupos armados y redes criminales. Además, la incorporación de tecnología de punta en los sistemas de combate aéreo permitirá al país responder rápidamente a amenazas externas o internas y, en última instancia, proteger la seguridad de los ciudadanos.

El debate sobre los costos

Uno de los principales puntos de crítica hacia la compra de los aviones es el costo significativo que representa: 3.500 millones de dólares, con un financiamiento escalonado de 2.000 millones en 2025 y 1.500 millones en 2026. Sin embargo, es fundamental entender que este gasto no es un despilfarro, sino una inversión en la seguridad y estabilidad a largo plazo del país. Las críticas que cuestionan esta compra a menudo pasan por alto que, sin una defensa adecuada, el desarrollo económico y social se ve constantemente amenazado.

Algunos sectores políticos sostienen que Perú enfrenta necesidades más urgentes, como la seguridad interna, la pobreza y la mejora de los servicios públicos que deberían priorizarse sobre la compra de aviones. Si bien estas preocupaciones son legítimas, reducir el debate a una elección binaria entre defensa nacional y necesidades sociales es un error. La defensa aérea no es un gasto aislado o lujoso, sino una parte fundamental para garantizar la seguridad integral del país, proteger la soberanía y facilitar la vigilancia y control territorial en regiones donde el Estado enfrenta desafíos, como el VRAEM. Además, una fuerza aérea modernizada también es clave para responder eficazmente a desastres naturales, interdicción contra el narcotráfico y otras emergencias. Descartar la inversión en defensa podría dejar al Perú vulnerable frente a actores externos e internos que podrían aprovechar la debilidad estratégica, lo que a largo plazo resultaría en costos más altos para el Estado en términos de seguridad, estabilidad y desarrollo económico.

El costo de no modernizar nuestras Fuerzas Armadas es, en última instancia, mucho mayor que el precio de estos aviones. El riesgo de una vulnerabilidad prolongada frente a las amenazas internas y externas puede tener consecuencias devastadoras para el país. Además, el esquema de financiamiento a través de endeudamiento interno ha sido diseñado para minimizar el impacto fiscal inmediato, permitiendo que la compra se realice sin comprometer otros sectores prioritarios como la salud y la educación.

¿Qué avión deberíamos elegir?

La selección del tipo de avión a adquirir es un tema fundamental que debe basarse en varios factores, entre ellos la capacidad multirrol, el costo operativo a largo plazo y la transferencia de tecnología. Entre los candidatos, el F-16 Block 70 se presenta como una opción robusta, con un historial probado y costos operativos relativamente bajos. Además, este modelo tiene una sólida cadena de suministro y un amplio soporte logístico en la región, lo que garantizaría su sostenibilidad a largo plazo.

El Rafale francés, aunque avanzado, presenta un costo operativo más alto y una cadena de suministro más limitada en América Latina, lo que podría dificultar su mantenimiento en el futuro. Por otro lado, el KF-21 Boramae de Corea del Sur es una opción prometedora, pero aún en desarrollo, lo que implica ciertos riesgos tecnológicos y logísticos.

Finalmente, la decisión no debe tomarse únicamente en términos técnicos, sino también en función de las relaciones diplomáticas y geopolíticas. Un acuerdo con Estados Unidos o Francia podría fortalecer los lazos con Occidente, mientras que un acuerdo con Corea del Sur ofrecería oportunidades de transferencia tecnológica y desarrollo conjunto, lo que podría ser beneficioso para la industria nacional de defensa.

En síntesis, la modernización de la Fuerza Aérea del Perú es una necesidad estratégica urgente que no puede postergarse. En un mundo donde las amenazas se vuelven más complejas y el entorno geopolítico cambia rápidamente, contar con una fuerza aérea moderna y eficiente es esencial para garantizar la seguridad nacional y promover el desarrollo interno. Si bien el costo de la adquisición es alto, los beneficios en términos de estabilidad, seguridad y soberanía son incalculables. Perú debe mirar al futuro con determinación, asegurándose de que sus Fuerzas Armadas estén preparadas para los desafíos que vendrán, tanto internos como externos.

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