lunes, 14 de octubre de 2024

Las instituciones son la clave para la prosperidad de las naciones

 Por Wens Silvestre, economista

La reciente entrega del Premio Nobel de Economía a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson marca un hito en la comprensión de la prosperidad y el desarrollo económico de las naciones. Su investigación exhaustiva sobre el papel de las instituciones políticas y económicas ha cambiado la forma en que entendemos las raíces de la desigualdad global, demostrando que el éxito económico sostenible no es una cuestión de geografía o cultura, sino de la calidad de las instituciones que configuran nuestras sociedades (Acemoglu, Johnson & Robinson, 2001).

Los galardonados destacan la distinción entre instituciones “inclusivas” y “extractivas”. Las instituciones inclusivas, que respetan el estado de derecho y protegen los derechos de propiedad y la libertad económica, impulsan la innovación y el crecimiento. En contraste, las instituciones extractivas, aquellas diseñadas para concentrar el poder y la riqueza en manos de unos pocos, condenan a las sociedades al estancamiento y la pobreza. Esta diferencia es esencial para comprender el abismo de prosperidad entre países, ya que las instituciones inclusivas tienden a fomentar la participación y el progreso a largo plazo, mientras que las extractivas perpetúan la desigualdad y la dependencia (Acemoglu & Robinson, 2012).

 Acemoglu y sus colegas han utilizado la historia como “laboratorio” para estudiar cómo diferentes trayectorias institucionales han afectado el desarrollo de las naciones. Uno de sus estudios más influyentes demostró que las antiguas colonias europeas con climas favorables y recursos ricos —donde los colonizadores establecieron instituciones extractivas— hoy en día sufren de economías rezagadas, mientras que las regiones menos atractivas para la explotación colonial, como América del Norte, desarrollaron estructuras inclusivas que fomentaron la prosperidad (Acemoglu, Johnson & Robinson, 2002).

Este análisis tiene profundas implicaciones. Nos demuestra que el subdesarrollo y la pobreza no son accidentes de la historia ni fatalidades geográficas, sino el resultado de decisiones políticas e institucionales que, en muchos casos, datan de siglos atrás. Según el presidente del Comité Nobel, Jakob Svensson, esta investigación “nos brinda una comprensión mucho más profunda de por qué algunos países fracasan mientras otros prosperan” (Dizikes, 2024).

La contribución de Acemoglu y sus colegas también resalta que la innovación es un motor esencial del crecimiento económico, pero solo florece en sociedades que promueven derechos inclusivos y un marco seguro de derechos de propiedad. Esto permite que los individuos tomen riesgos y se dediquen a actividades creativas sin temor a la expropiación. Las élites extractivas, sin embargo, suelen resistirse al cambio y a la innovación para mantener el control, lo que limita el desarrollo a largo plazo (Acemoglu & Johnson, 2023). Este hallazgo tiene resonancia en las economías modernas, en las que el avance tecnológico y la innovación son la base de la competitividad global.

Hoy en día, la relevancia de esta investigación es incuestionable. En varios países, tanto desarrollados como en desarrollo, vemos una creciente tendencia a cuestionar el estado de derecho y a permitir que líderes demagógicos erosionen las instituciones democráticas. Tal como señalaron Acemoglu y Robinson en su libro The Narrow Corridor, el avance de la libertad política no es un proceso automático ni uniforme; es el resultado de la movilización social y la defensa constante de los derechos individuales (Acemoglu & Robinson, 2019).

En economías avanzadas, como Estados Unidos y algunas democracias europeas, las instituciones inclusivas están siendo desafiadas. El riesgo es que la creciente apatía hacia la democracia y el debilitamiento del estado de derecho socaven la prosperidad económica, replicando los efectos devastadores de las instituciones extractivas. Acemoglu y sus colegas han advertido sobre este círculo vicioso: cuando los ciudadanos pierden la confianza en sus instituciones, disminuyen los incentivos para la innovación y la inversión, lo que lleva al estancamiento y, en última instancia, al empoderamiento de líderes autoritarios (Dizikes, 2024).

La lección fundamental que deja la obra de Acemoglu, Johnson y Robinson es que el desarrollo económico no depende solo de políticas aisladas ni de reformas económicas específicas, sino de una infraestructura institucional sólida y confiable. Sin instituciones inclusivas, el crecimiento económico es vulnerable a la corrupción, la concentración del poder y el estancamiento. La historia ha demostrado que la prosperidad a largo plazo requiere algo más que estabilidad económica: requiere libertad política, justicia, y una sociedad comprometida con la preservación de sus instituciones democráticas.

El Nobel de Economía 2024 no solo celebra un gran avance académico, sino también un llamado a la acción. Como señaló Simon Johnson, “la historia importa”. Y mientras no defendamos nuestras instituciones, estamos en riesgo de perder las bases mismas de nuestra prosperidad (Dizikes, 2024).

Referencias

- Acemoglu, D., Johnson, S., & Robinson, J. A. (2001). The colonial origins of comparative development: An empirical investigation. American Economic Review, 91(5), 1369-1401.

- Acemoglu, D., Johnson, S., & Robinson, J. A. (2002). Reversal of Fortune: Geography and Institutions in the Making of the Modern World Income Distribution. The Quarterly Journal of Economics, 117(4), 1231-1294.

- Acemoglu, D., & Robinson, J. A. (2012). Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty. Crown Business.

- Acemoglu, D., & Johnson, S. (2023). Power and Progress: Our 1,000-Year Struggle over Technology and Prosperity. Crown Publishing.

- Acemoglu, D., & Robinson, J. A. (2019). The Narrow Corridor: States, Societies, and the Fate of Liberty. Penguin Press.

- Dizikes, P. (2024). MIT economists Daron Acemoglu and Simon Johnson share Nobel Prize. MIT News.

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