Por Wens Silvestre
El Ministerio de Economía y Finanzas ha publicado
las proyecciones macroeconómicas multianual para el periodo 2025-2028, contando con la
opinión previa del Consejo Fiscal. Estas proyecciones sirven como base para la
elaboración del proyecto de Ley de Presupuesto del Sector Público para el Año
Fiscal 2025, el cual debe ser presentado por el Poder Ejecutivo ante el
Parlamento en el transcurso de esta semana para su posterior debate y
aprobación, con fecha límite el 30 de noviembre del presente año.
El año 2025 se perfila como un año crítico en
vísperas de un nuevo proceso electoral. Nuestra economía marca el inicio de un
período en el que el país intentará consolidar un crecimiento económico
sostenido en medio de desafíos estructurales persistentes. Las proyecciones
económicas para 2025 presentan una mezcla de optimismo y alerta, lo que obliga
a un análisis detallado de las fortalezas y debilidades que podrían definir el
rumbo de la economía en los próximos años.
En 2025, se proyecta que la economía peruana
crecerá un 3.1%, un ligero descenso desde la proyección del 3.2% en 2024, pero
aun reflejando un desempeño optimista en comparación con la contracción de
-0.6% en 2023. Este crecimiento será impulsado principalmente por la
recuperación en sectores clave como la agricultura, la pesca y la construcción.
El sector agropecuario, que en 2023 sufrió una
contracción del -2.4%, se espera que crezca un 3.0% en 2025, impulsado por un
aumento en la producción agrícola. Del mismo modo, el sector pesquero, que
experimentó una dramática caída del -19.7% en 2023, muestra signos de
recuperación con un crecimiento proyectado del 7.0% en 2025. Estos sectores
representan las bases tradicionales de nuestra economía, aunque su peso sea
relativamente pequeño.
El sector de minería e hidrocarburos, que ha sido
históricamente un motor clave del crecimiento económico en Perú, muestra una
proyección moderada de crecimiento del 2.7% en 2025, después de un sólido 8.0%
en 2023. Dentro de este sector, la minería metálica, un pilar clave, también
está proyectada a crecer un 2.7% en 2025. Sin embargo, estas tasas de
crecimiento, aunque positivas, reflejan una desaceleración en comparación con
años anteriores, lo que podría ser un indicador de los desafíos que enfrenta el
sector, tales como fluctuaciones en los precios internacionales de los
minerales, posibles conflictos socioambientales y tensiones políticas internas
que podrían afectar la inversión.
Por otro lado, el subsector de hidrocarburos
muestra una proyección más robusta, con un crecimiento del 3.4% en 2025, lo que
contribuye a mantener el dinamismo del sector en general. Esta diferencia en el
desempeño sugiere la necesidad de una estrategia más diversificada para
asegurar un crecimiento sostenido en el mediano plazo.
El año 2025, también verá un esfuerzo significativo
por parte del gobierno para impulsar la economía a través de la inversión
pública. Sin embargo, el éxito de estas inversiones dependerá en gran medida de
la capacidad del Estado para ejecutar el presupuesto de manera eficiente. La
historia reciente ha mostrado deficiencias en la capacidad del gobierno para
llevar a cabo proyectos de infraestructura a tiempo y dentro del presupuesto,
lo que pone en riesgo las proyecciones de crecimiento.
El gasto público no financiero está proyectado a
crecer un 4.0% en 2025, impulsado principalmente por la inversión en
infraestructura. Sin embargo, si estas inversiones no se ejecutan de manera
efectiva, podrían generar un aumento en el gasto sin el correspondiente impacto
positivo en el crecimiento económico.
Desde una perspectiva fiscal, 2025 será un año en
el que Perú intentará reducir su déficit fiscal, proyectado en -2.2% del PIB.
Esta reducción depende de la capacidad del gobierno para mejorar la recaudación
tributaria y controlar el gasto corriente, que sigue siendo una preocupación
debido a su rigidez. El resultado primario también se espera que mejore, con un
déficit reducido a -0.5% del PIB en 2025, frente al -1.0% en 2023. Sin embargo,
estas mejoras son frágiles y dependen de un entorno económico estable y de la
capacidad del gobierno para implementar reformas estructurales.
Por otro lado, es importante no perder de vista las
proyecciones más amplias hacia 2028, que ofrecen un panorama relevante sobre la
dirección a largo plazo de la economía peruana.
El sector de minería e hidrocarburos, aunque clave,
muestra una tendencia preocupante hacia la desaceleración más allá de 2025.
Para 2028, la minería metálica se proyecta que crecerá solo un 1.7%, lo que
subraya la urgencia de diversificar la economía y reducir la dependencia de
este sector. Este sector, tradicionalmente robusto, enfrenta el riesgo de una
demanda global incierta y presiones internas que podrían afectar su
productividad.
Para 2028, el gasto público no financiero del
gobierno general se proyecta en S/. 251,836 millones, representando un 19,2%
del PBI. Este gasto creciente, si no se maneja con prudencia, podría llevar a
un aumento insostenible de la deuda pública, que se estima alcanzará el 32.4%
del PBI para 2028. Aunque esta cifra es manejable a corto plazo, un aumento en
las tasas de interés globales o una caída en la calificación crediticia podría
hacer que el servicio de esta deuda se vuelva más costoso, limitando la
capacidad del gobierno para financiar el desarrollo a largo plazo.
La dependencia de Perú en el sector extractivo y
las políticas populistas tanto del Poder Ejecutivo como del Legislativo
representan desafíos continuos. Las medidas a corto plazo para satisfacer
demandas populares pueden comprometer la estabilidad fiscal y económica a largo
plazo. La debilidad institucional, marcada por la corrupción y la falta de
eficiencia, continúa siendo una barrera significativa para el progreso. Estas
políticas no solo amenazan con aumentar el déficit fiscal, sino que también
podrían desincentivar la inversión privada, fundamental para el crecimiento
económico sostenido.
El año 2025 representa un punto de inflexión para nuestra
economía, estableciendo el tono para los años venideros. Si bien las
proyecciones para 2025 son relativamente optimistas, las tendencias más allá de
este año muestran desafíos significativos que podrían amenazar la
sostenibilidad del crecimiento económico.
El enfoque del gobierno en 2025 debe estar en
fortalecer la base institucional y económica para asegurar que este crecimiento
no solo sea sostenido, sino también inclusivo y resiliente a las fluctuaciones
globales y a los riesgos internos. Al abordar los problemas estructurales
ahora, podemos posicionarnos mejor para aprovechar las oportunidades de
crecimiento en los próximos años y mitigar los riesgos que podrían descarrilar
su progreso. El camino hacia 2028 está lleno de retos, y las decisiones tomadas
en 2025 serán esenciales para determinar si el país puede superar estos
obstáculos y garantizar un futuro próspero y estable.
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