domingo, 1 de diciembre de 2024

La informalidad minera y un Estado bajo presión

La reciente decisión del Congreso de la República de aprobar el texto sustitutorio del Proyecto de Ley sobre la  pequeña minería y minería artesanal, ampliando nuevamente el plazo del Registro Integral de Formalización  Minera (REINFO), representa un claro retroceso en la lucha contra la informalidad y la ilegalidad en el sector minero. En un país donde la informalidad laboral alcanza el 70% de la población económicamente activa (INEI, 2023) y el sector minero informal genera ingresos estimados en más de 10,400 millones de dólares en los últimos 12 años  (Unidad de Inteligencia Financiera, 2024), esta decisión no solo perpetúa la informalidad y un sistema ineficaz, sino que también socava los principios del Estado de derecho y el desarrollo sostenible. 

El REINFO, creado en 2016 como una herramienta para formalizar la minería artesanal e informal, ha sido un fracaso rotundo. Al 1 de diciembre de 2024, según el portal oficial del REINFO, se registran 84,423 inscritos, de los cuales 66,642 (79%) están suspendidos debido al incumplimiento de los requisitos establecidos para la formalización. En contraste, solo 17,781 inscritos mantienen su registro vigente. Cabe destacar que, según fuentes oficiales, únicamente el 2.4% del total de inscritos ha logrado completar el proceso de formalización. Estos números no solo evidencian la ineficacia del programa, sino que también reflejan una cultura de informalidad profundamente arraigada, donde las prórrogas constantes alimentan la expectativa de que la formalización no es un compromiso real, sino una meta que puede posponerse indefinidamente.

En lugar de cerrar un capítulo fallido, el Congreso decidió extender el plazo del REINFO hasta junio de 2025, con posibilidad de seis meses adicionales. Esta decisión es sintomática de un sistema político que prioriza intereses inmediatos y particulares sobre soluciones estructurales y sostenibles.

La aprobación de este texto sustitutorio se dio en un clima de intensa presión social, marcado por dos semanas de protestas de mineros informales y, posiblemente, ilegales que se manifestaron frente al Parlamento. En un contexto donde el Congreso tiene una aprobación inferior al 6% y el Poder Ejecutivo no supera ese umbral, las decisiones políticas se ven constantemente influenciadas por grupos de presión. Estas concesiones no solo deterioran aún más la legitimidad institucional, sino que también envían un mensaje peligroso: que los intereses particulares pueden prevalecer sobre el bienestar general.

La minería informal e ilegal en el Perú no es solo un problema de evasión fiscal o desorden administrativo. Este sector está profundamente vinculado a actividades ilícitas como el narcotráfico, la trata de personas y el trabajo infantil. Además, genera impactos ambientales devastadores, como la deforestación y la contaminación por mercurio y cianuro, afectando tanto los ecosistemas como la salud de las comunidades locales.

El costo social de perpetuar la informalidad minera es altísimo. Por cada prórroga que otorga el Estado, se amplía el margen para la extracción irresponsable de recursos y el debilitamiento de las comunidades afectadas. Los incentivos para formalizarse desaparecen y los beneficios de la minería sostenible se ven cada vez más lejanos, perpetuando un sistema de impunidad.

El fracaso del REINFO y la cultura de prórrogas indefinidas son síntomas de problemas estructurales más profundos. Resolverlos requiere un enfoque integral que combine incentivos claros, sanciones severas y un marco normativo definitivo que elimine la incertidumbre. Las siguientes acciones son fundamentales:

1. Cierre definitivo del REINFO. El Estado debe establecer un plazo improrrogable para la formalización, eliminando cualquier expectativa de nuevas extensiones.

2. Fortalecimiento institucional. El Ministerio de Energía y Minas y las Direcciones Regionales de Energía y Minas, deben recibir recursos suficientes para supervisar, fiscalizar y coordinar el proceso de formalización.

3. Educación y sensibilización. Cambiar la percepción de que la informalidad es aceptable requiere un esfuerzo sostenido en educación y sensibilización.

4. Participación ciudadana. Incorporar a las comunidades locales en el monitoreo de las actividades mineras puede garantizar mayor transparencia y legitimidad.

5. Incentivos para la formalización. Los mineros que cumplan con estándares legales y ambientales deben recibir beneficios concretos, como acceso preferencial a mercados formales y financiamiento para mejoras tecnológicas.

Reflexión final

El filósofo alemán Immanuel Kant afirmó que “la libertad de uno termina donde comienza la del otro”. En el Perú, la minería informal e ilegal ha traspasado todos los límites, dañando no solo el medio ambiente, sino afectando los derechos de las comunidades locales y los principios básicos de justicia, equidad y sostenibilidad.

La decisión de una mayoría del Congreso de perpetuar un sistema ineficaz como el REINFO no solo pone en riesgo los recursos naturales y la estabilidad social del país, sino que también compromete su desarrollo como una nación moderna y sostenible.

Es urgente que las decisiones políticas reflejen un compromiso con el bien común, priorizando soluciones integrales y sostenibles sobre los intereses particulares. Solo así será posible construir un futuro donde la minería sea un motor de progreso y no de destrucción.

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