Por Wens Silvestre, economista
La
reciente entrega del Premio Nobel de Economía a Daron Acemoglu, Simon Johnson y
James Robinson marca un hito en la comprensión de la prosperidad y el
desarrollo económico de las naciones. Su investigación exhaustiva sobre el
papel de las instituciones políticas y económicas ha cambiado la forma en que
entendemos las raíces de la desigualdad global, demostrando que el éxito
económico sostenible no es una cuestión de geografía o cultura, sino de la
calidad de las instituciones que configuran nuestras sociedades (Acemoglu,
Johnson & Robinson, 2001).
Los
galardonados destacan la distinción entre instituciones “inclusivas” y
“extractivas”. Las instituciones inclusivas, que respetan el estado de derecho
y protegen los derechos de propiedad y la libertad económica, impulsan la
innovación y el crecimiento. En contraste, las instituciones extractivas,
aquellas diseñadas para concentrar el poder y la riqueza en manos de unos
pocos, condenan a las sociedades al estancamiento y la pobreza. Esta diferencia
es esencial para comprender el abismo de prosperidad entre países, ya que las
instituciones inclusivas tienden a fomentar la participación y el progreso a
largo plazo, mientras que las extractivas perpetúan la desigualdad y la
dependencia (Acemoglu & Robinson, 2012).
Acemoglu y sus colegas han utilizado la
historia como “laboratorio” para estudiar cómo diferentes trayectorias
institucionales han afectado el desarrollo de las naciones. Uno de sus estudios
más influyentes demostró que las antiguas colonias europeas con climas
favorables y recursos ricos —donde los colonizadores establecieron
instituciones extractivas— hoy en día sufren de economías rezagadas, mientras
que las regiones menos atractivas para la explotación colonial, como América
del Norte, desarrollaron estructuras inclusivas que fomentaron la prosperidad
(Acemoglu, Johnson & Robinson, 2002).
Este
análisis tiene profundas implicaciones. Nos demuestra que el subdesarrollo y la
pobreza no son accidentes de la historia ni fatalidades geográficas, sino el
resultado de decisiones políticas e institucionales que, en muchos casos, datan
de siglos atrás. Según el presidente del Comité Nobel, Jakob Svensson, esta
investigación “nos brinda una comprensión mucho más profunda de por qué algunos
países fracasan mientras otros prosperan” (Dizikes, 2024).
La
contribución de Acemoglu y sus colegas también resalta que la innovación es un
motor esencial del crecimiento económico, pero solo florece en sociedades que
promueven derechos inclusivos y un marco seguro de derechos de propiedad. Esto
permite que los individuos tomen riesgos y se dediquen a actividades creativas
sin temor a la expropiación. Las élites extractivas, sin embargo, suelen
resistirse al cambio y a la innovación para mantener el control, lo que limita
el desarrollo a largo plazo (Acemoglu & Johnson, 2023). Este hallazgo tiene
resonancia en las economías modernas, en las que el avance tecnológico y la
innovación son la base de la competitividad global.
Hoy
en día, la relevancia de esta investigación es incuestionable. En varios
países, tanto desarrollados como en desarrollo, vemos una creciente tendencia a
cuestionar el estado de derecho y a permitir que líderes demagógicos erosionen
las instituciones democráticas. Tal como señalaron Acemoglu y Robinson en su
libro The Narrow Corridor, el avance de la libertad política no es un
proceso automático ni uniforme; es el resultado de la movilización social y la
defensa constante de los derechos individuales (Acemoglu & Robinson, 2019).
En
economías avanzadas, como Estados Unidos y algunas democracias europeas, las
instituciones inclusivas están siendo desafiadas. El riesgo es que la creciente
apatía hacia la democracia y el debilitamiento del estado de derecho socaven la
prosperidad económica, replicando los efectos devastadores de las instituciones
extractivas. Acemoglu y sus colegas han advertido sobre este círculo vicioso:
cuando los ciudadanos pierden la confianza en sus instituciones, disminuyen los
incentivos para la innovación y la inversión, lo que lleva al estancamiento y,
en última instancia, al empoderamiento de líderes autoritarios (Dizikes, 2024).
La
lección fundamental que deja la obra de Acemoglu, Johnson y Robinson es que el
desarrollo económico no depende solo de políticas aisladas ni de reformas
económicas específicas, sino de una infraestructura institucional sólida y
confiable. Sin instituciones inclusivas, el crecimiento económico es vulnerable
a la corrupción, la concentración del poder y el estancamiento. La historia ha
demostrado que la prosperidad a largo plazo requiere algo más que estabilidad
económica: requiere libertad política, justicia, y una sociedad comprometida
con la preservación de sus instituciones democráticas.
El
Nobel de Economía 2024 no solo celebra un gran avance académico, sino también
un llamado a la acción. Como señaló Simon Johnson, “la historia importa”. Y
mientras no defendamos nuestras instituciones, estamos en riesgo de perder las
bases mismas de nuestra prosperidad (Dizikes, 2024).
Referencias
-
Acemoglu, D., Johnson, S., & Robinson, J. A. (2001). The
colonial origins of comparative development: An empirical investigation.
American Economic Review, 91(5), 1369-1401.
-
Acemoglu, D., Johnson, S., & Robinson, J. A. (2002). Reversal of Fortune:
Geography and Institutions in the Making of the Modern World Income
Distribution. The Quarterly Journal of Economics, 117(4), 1231-1294.
-
Acemoglu, D., & Robinson, J. A. (2012). Why Nations Fail: The Origins of
Power, Prosperity, and Poverty. Crown Business.
-
Acemoglu, D., & Johnson, S. (2023). Power and Progress: Our 1,000-Year
Struggle over Technology and Prosperity. Crown Publishing.
-
Acemoglu, D., & Robinson, J. A. (2019). The Narrow Corridor: States,
Societies, and the Fate of Liberty. Penguin Press.
-
Dizikes, P. (2024). MIT economists Daron Acemoglu and Simon Johnson share Nobel
Prize. MIT News.