martes, 10 de septiembre de 2024

Re-globalización: Comercio en un mundo geopolitizado

 Por Wens Silvestre

En los últimos años, el comercio global ha entrado en una nueva fase que, a falta de un mejor término, podemos llamar "re-globalización". Esta etapa no es simplemente un retorno a la expansión comercial de décadas pasadas, sino una evolución del comercio internacional en respuesta a un contexto geopolítico mucho más complejo y volátil. Las tensiones entre grandes potencias, los avances tecnológicos y la necesidad de asegurar la resiliencia de las cadenas de suministro han forjado un nuevo paradigma de comercio, uno que equilibra las demandas de seguridad nacional con los beneficios económicos de la integración global.

El comercio internacional ha sido, históricamente, una fuente de prosperidad y paz, conectando economías, aumentando la eficiencia y elevando los niveles de vida en todo el mundo. Sin embargo, la narrativa reciente que vincula el comercio con la seguridad nacional ha cobrado fuerza, especialmente en las economías avanzadas. Países como Estados Unidos y miembros de la Unión Europea han comenzado a reconsiderar sus relaciones comerciales, particularmente con actores estratégicos como China y Rusia, en un esfuerzo por proteger industrias clave y evitar dependencias económicas que podrían convertirse en riesgos geopolíticos.

El argumento es simple: las naciones no pueden permitirse depender de actores que, en un momento dado, podrían utilizar su control sobre bienes esenciales o tecnologías estratégicas como una herramienta de influencia política o militar. Esto se ha visto, por ejemplo, en la carrera por el dominio de las tecnologías de semiconductores o en la lucha por asegurar fuentes de energía en medio de la guerra en Ucrania. Así, el comercio, que solía verse como una herramienta para el crecimiento y la integración pacífica, se ha convertido en un campo de batalla geopolítico.

En este nuevo contexto, la re-globalización se caracteriza por un giro hacia el friendshoring y el reshoring. Los países buscan acercar sus cadenas de suministro a socios confiables o, directamente, relocalizarlas para evitar depender de países avanzados potencialmente adversarias. El ejemplo más claro de esta tendencia es la creciente inversión de Estados Unidos en la producción local de semiconductores, así como su restricción de la exportación de tecnología avanzada a China. A su vez, China ha redoblado sus esfuerzos para volverse autosuficiente en sectores clave, con políticas agresivas de innovación y expansión industrial.

Este enfoque no implica una desglobalización total, sino una adaptación del comercio global a las realidades geopolíticas contemporáneas. Se busca mitigar los riesgos de interrupciones globales como las que vimos durante la pandemia de COVID-19 o la guerra en Ucrania, y garantizar que las naciones puedan mantener el acceso a bienes y servicios críticos, incluso en tiempos de crisis.

Sin embargo, este enfoque también trae consigo riesgos. La diversificación de las cadenas de suministro y la construcción de nuevas capacidades industriales a nivel local pueden implicar costos más altos, lo que podría traducirse en una disminución de la eficiencia económica global y en un aumento de los precios para los consumidores. En un mundo donde la inflación ya es una preocupación creciente, esto podría generar tensiones económicas internas.

El otro gran componente de la re-globalización es la necesidad de hacer del comercio una herramienta más inclusiva y sostenible. Para miles de millones de personas en países en desarrollo, el comercio sigue siendo una fuente esencial de oportunidades económicas, empleo y desarrollo pacífico. A pesar de los debates sobre seguridad nacional en las economías avanzadas, el acceso a mercados globales ha sido un motor clave para la reducción de la pobreza en los últimos 40 años.

Los datos muestran claramente que la apertura comercial ha contribuido a sacar a millones de personas de la pobreza, particularmente en Asia. China es el ejemplo más claro de cómo la integración en la economía global, a través de la exportación de manufacturas y bienes de bajo valor agregado, permitió un crecimiento económico sin precedentes, reduciendo la pobreza de manera masiva. Sin embargo, este modelo también debe evolucionar. El cambio climático y la creciente demanda de sostenibilidad exigen que el comercio global se reconfigure para promover prácticas más responsables y resilientes.

La re-globalización debe incorporar criterios de sostenibilidad ambiental. Esto significa no solo reducir las emisiones de carbono en las cadenas de suministro, sino también promover prácticas comerciales que no perpetúen la degradación del medio ambiente o exacerben las desigualdades. Las economías emergentes, muchas de las cuales dependen del comercio de materias primas, deben estar equipadas para adaptarse a esta nueva realidad y diversificar sus economías hacia sectores más sostenibles y resilientes.

La re-globalización plantea un desafío existencial para el sistema multilateral de comercio, especialmente para la Organización Mundial del Comercio (OMC). Si la OMC quiere seguir siendo relevante en este nuevo entorno, necesitará reformarse. Las reglas del comercio mundial deben adaptarse para lidiar con las tensiones entre seguridad nacional y libre comercio, pero sin caer en el proteccionismo descontrolado que podría deshacer décadas de progreso.

Esto implica fortalecer los mecanismos de resolución de disputas y encontrar un equilibrio entre la soberanía de los Estados para proteger sus intereses estratégicos y la necesidad de mantener un sistema de comercio abierto. Además, la OMC debe dar un papel más destacado a las economías en desarrollo, asegurando que sus voces sean escuchadas y que se beneficien equitativamente del comercio global.

La re-globalización es inevitable, pero también presenta una oportunidad. En lugar de revertir décadas de progreso en la integración económica, los países deben adaptar sus políticas comerciales para enfrentar los desafíos geopolíticos, al tiempo que garantizan que el comercio siga siendo una herramienta poderosa para el crecimiento y la reducción de la pobreza. Los líderes deben ser conscientes de los riesgos de un enfoque demasiado centrado en la seguridad nacional, ya que podría aumentar los costos económicos y erosionar los beneficios del comercio global. Sin embargo, si se maneja de manera inteligente, la re-globalización podría crear un mundo más resiliente, inclusivo y sostenible, donde el comercio continúe siendo un pilar del desarrollo global.

El comercio no solo puede, sino que debe, ser una fuerza para el bien en este nuevo mundo geopolitizado.

No hay comentarios.: