Por: Carlos Devis
El mar estaba muy picado hacía varios días.
La visibilidad era muy precaria.
El capitán del enorme acorazado recomendó a su tripulación permanecer alerta.
- Por favor informe inmediatamente cualquier novedad. -ordenó con seguridad el capitán a su segundo-.
Tan pronto oscureció uno de los marinos anunció:
- Atención, una luz está brillando hacia el norte.
- ¿Se está moviendo o está quieta? -preguntó el capitán.
- ¡Se está moviendo! -respondió el segundo.
El capitán llamó al encargado de las señales yle dijo:
- Avísele a esa embarcación que si sigue en esa dirección está en grave riesgo de estrellarse contra nosotros. Aconséjele que vire 20 grados hacia el este.
Como no hubo respuesta y la luz seguía acercándose el capitán decidió encargarse personalmente de la situación.
- Atención, atención. Habla el capitán de este gran acorazado. Le advertimos una vez más, cambie de curso o nos estrellaremos contra ustedes. - Háganlo ahora. -insistió el capitán con firmeza-.
Entonces una voz tranquila y segura le respondió: - Aquí habla el marinero Pérez. Acorazado, cambie usted su rumbo 20 grados hacia el este.
Al oír esto el capitán, ya salido de casillas y casi gritando, dijo: - Por última vez marinero. Este es un barco de guerra, vire inmediatamente 20 grados hacia el este. Y la respuesta que recibió fue: - Yo soy el faro. Usted es el que debe cambiar de curso.
Amig@, a veces queremos que los demás cambien y hasta los amenazamos con estrellarnos.
Es más fácil que tú cambies.
Tú diriges tu barco.
Ve a donde tú quieras y como todo buen capitán, sé flexible en la forma de construir los caminos. Escucha lo que los demás tengan que decir. Te puedes evitar una colisión.
¡Feliz Año 2010!
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