Estamos a ocho días
para elegir al próximo presidente de la República. Los ciudadanos tenemos que
elegir entre dos opciones. En esta ocasión solo hablaré de mi preferencia
personal, respetando la predilección por la otra candidatura.
El Perú necesita a
PPK por su liderazgo, experiencia profesional y sabiduría adquirida durante sus años de vivencias
en el Perú profundo y el resto del mundo, sumado a su destacable formación
académica y conocimiento cabal sobre el funcionamiento del Estado y la gestión
pública que nos permitirá implementar rápidamente los ajustes necesarios para
cumplir más eficaz y eficientemente el rol prestacional del Estado durante el
próximo quinquenio.
Somos un país
heterogéneo en muchos aspectos: geográfico, cultural, social, económico, entre
otros, no menos importantes. Sin embargo, esas condiciones no impiden conservar
la hermandad en medio de las diferencias entre los peruanos. En ese sentido,
ningún candidato logrará convencer con sus propuestas al ciento por ciento de
los ciudadanos, menos satisfacer todas las expectativas de los individuos o
grupos de interés. Pretenderlo es, por decir lo menos, una ilusión y un
imposible, más aun cuando se trata de un periodo de gobierno breve y con su diversidad
de limitaciones para lograr un cambio sustancial.
Así, mi
preferencia se sustenta en una visión de país, en el fortalecimiento de la
institucionalidad democrática, en la credibilidad de la propuesta programática
de reformas del sistema administrativo y funcional del Estado, además, siendo
promotor de la libre concurrencia, con un rol regulador y prestacional más
proactivo, eficiente y eficaz del Estado, y, creyente de la iniciativa de los
individuos, tengo el convencimiento que Pedro Pablo Kuczynski, es el líder ético
que se acerca mejor a mis expectativas.
Mi visión de país es
que la sociedad ha mejorado sostenidamente su calidad de vida, las
instituciones democráticas se han fortalecido, al igual que hay pleno respeto
por los derechos fundamentales. La economía crece inmejorablemente generando
más empleo de calidad, los ciudadanos son tratados con igualdad ante Ley y los
individuos obtienen mejores ingresos y disfrutan de una mayor libertad para
hacer y no hacer. Los actos de corrupción y la delincuencia son aislados.
La misión de PPK es acercarnos
a esa visión, veo en él y en su equipo técnico como los más aptos para cumplir
esa tarea.
Mi voto por PPK es
racional y consecuente con mi línea de pensamiento democrático.
El
riesgo de un populismo desmedido
El populismo, sin importar
el color ideológico de un gobierno, es nocivo para la sociedad, porque destruye
la iniciativa individual y el disfrute de la libertad de crear; fortalece instituciones
basados en el asistencialismo estatal, engendrando el clientelismo al servicio
de la organización política del gobernante, en desmedro del fortalecimiento de la democracia.
Los últimos tres
gobiernos democráticos han perdido una gran oportunidad de fortalecer las
instituciones democráticas por estar ocupados en satisfacer sus egos e interés
personales y haciéndose de la vista gorda y, en algunos casos, involucrados en
hechos de corrupción, en vez de combatirla; tan parecido a lo ocurrido durante
el gobierno fujimorista de los años noventa del siglo pasado próximo.
Recordemos que éste último se encargó de enterrar las instituciones democráticas,
sepultando las aspiraciones de una incipiente democracia republicana, sembrando
la corrupción institucionalizada en el Estado, siendo ésta una de las causas
fundamentales de hechos de violencia en el país.
El populismo
indistintamente de las ideologías es nocivo para la democracia y para las
personas, porque los intereses personales de los que toman dicha bandera, pueden
más, y por eso les convienen cultivar y tener más pobres y mantenerlos en esa
condición, con la única intención de conservar el poder. Su estrategia es
otorgar dádivas y subsidios, mediante programas sociales sin fecha de expiración,
disque para “luchar contra la pobreza”, cuando es para conservar pobres a la
gente. Para financiar estos gastos, aumentan impuestos, y si no alcanza,
hipotecan el país con más endeudamiento, que tarde o temprano, todos los
ciudadanos la tenemos que honrar. Pero, los efectos del excesivo gasto
corriente, tienen consecuencias fatales para la economía, dado que sacrifica
recursos que debería ser destinados para invertir en las prioridades, en
cumplimiento de rol prestacional del Estado, esto es, educación, salud,
inversiones en infraestructura (carreteras, ferrocarriles, colegios, centros de
salud, agua potable, saneamiento básico, etc.) y, lo peor, es que trae consigo,
aumento recurrente de los precios (inflación), desincentiva la iniciativa
privada, sacrifica la inversión, y se deteriora la economía, convirtiéndose en
un círculo vicioso camino a la destrucción de la economía, como viene
ocurriendo en Venezuela, reitero, indistintamente de qué color político es el populista
que dirige el gobierno, los efectos son los mismos para la economía doméstica.
En ese contexto, necesitamos
un Estado del tamaño necesario menos interventor y promotor de la competencia,
como lo ordena la Constitución.
Rechazo el populismo desmedido, que te ofrece el oro y el moro, a sabiendas que no podrá cumplir con sus
ofrecimientos, eso en la práctica se convierte en una estafa a los ciudadanos.
Necesitamos de un
Estado que cumpla con eficacia y eficiencia su rol prestacional.
Necesitamos de un
Estado que cumpla con su función jurisdiccional con igualdad ante Ley y
justicia para todos, sin distinciones.
Necesitamos de un
Estado donde el mérito sea una práctica rutinaria.
Necesitamos de un
Estado que reduzca y simplifique el enredado sistema administrativo y
jurisdiccional existente.
Para lograrlo veo a
PPK como el más apto para cumplir y satisfacer esas necesidades que los
ciudadanos exigen ahora.
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