La ilusión de todas las personas es detener el constante cambio de la vida. Nos aterra dejar el antiguo hogar, el empleo, separarnos de los viejos amigos y hacer nuevas amistades. Pero todo cuanto vive se halla en constante mutación.
¡Cuántos disgustos nos ahorraríamos si considerásemos el cambio como lo que en realidad es: una ocasión de perfeccionarnos!
Cuando no cambiamos, nuestro ánimo envejece y nos quedamos rezagados en la vida. Todos hemos pasado una época en la que nada nos perturbase, nada que nos proporcionase alegría. Mas un buen día esa uniformidad se rompe. Un suceso altera de pronto nuestra vida. Y haya sido este cambio favorable o adverso, nos hace despertar, volver a vivir.
Para enfrentar a los cambios propongámonos revisar nuestros hábitos e introducir en ellos pequeños cambios, hagamos pequeñas innovaciones para mantenernos despejados y emprendedores. Comencemos por modificar el cotidiano programa. Hagamos por la mañana lo que veníamos haciendo por la tarde, y viceversa. Trabajemos toda la noche; levatémonos con el alba. Acudamos solos adonde solíamos ir acompañados; o en compañía adonde íbamos solos.
Ejercitemos nuestra adaptabilidad, y quedaremos atónitos al descubrir el caudal de sorpresas que el día puede depararnos. Nos sentiremos siempre jóvenes, porque marcharemos a compás con la vida en vez de permitir que esta nos deje atrás.
Por: Yashar Kemal
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