sábado, 22 de febrero de 2025

Un huésped peligroso en la Casa Blanca

Por Wens Silvestre

La política estadounidense ha enfrentado múltiples desafíos a lo largo de su historia, pero pocas veces ha estado tan expuesta a la irracionalidad, la impulsividad y el populismo extremo como bajo la administración de Donald Trump. Su regreso a la Casa Blanca ha significado un golpe a la estabilidad global, a las relaciones con los aliados históricos de Estados Unidos y a la economía mundial, colocando al país en una espiral de proteccionismo destructivo, aislamiento diplomático y vulnerabilidad estratégica.

Este nuevo periodo de gobierno no solo reafirma su tendencia a la desinformación y la manipulación, sino que, además, su gestión errática y caótica está debilitando a Estados Unidos desde dentro mientras fortalece a sus principales adversarios: Rusia, China y otros regímenes autoritarios.

Para empezar, uno de los pilares de la política económica de Trump ha sido el anuncio de la imposición de aranceles descontrolados a socios comerciales clave como México, Canadá y China. Con su decisión de aplicar un 25% de aranceles a las importaciones mexicanas y canadienses (probablemente en vigencia a partir de marzo) y un 10% a las chinas, el presidente ha desatado una guerra comercial innecesaria que, lejos de beneficiar a EE.UU., está encareciendo los bienes de consumo, afectando la competitividad de las empresas estadounidenses y disparando la inflación.

El mismo Wall Street Journal advierte que estas medidas están creando una crisis en las cadenas de suministro, aumentando los costos de producción en sectores clave como la industria automotriz y la manufactura. La teoría de que estos aranceles impulsarán la reindustrialización estadounidense es una falacia: las empresas no pueden simplemente trasladar sus fábricas de la noche a la mañana, y las alternativas son demasiado costosas en términos de tiempo y capital.

Como consecuencia, el resultado será un golpe directo al bolsillo de los consumidores estadounidenses, que verán precios más altos en productos básicos, mientras la inflación sigue presionando la economía.

Por otro lado, más preocupante aún es la nueva doctrina de política exterior de Trump, que mina la seguridad nacional de EE.UU. y traiciona a sus aliados históricos. Su deseo de reintegrar a Rusia en el G7, su insistencia en negociar unilateralmente la paz en Ucrania (imponiendo condiciones favorables a Putin) y su estrategia de confrontación con la OTAN han generado una ruptura en la confianza internacional en Estados Unidos.

El hecho de que Trump haya calificado a Zelensky de “dictador” y haya sugerido que Ucrania debe aceptar las condiciones de paz impuestas por EE.UU. y Rusia, demuestra su desprecio por la soberanía de un país invadido y su predisposición a complacer a Putin. En lugar de reforzar el liderazgo estadounidense en la seguridad global, está cediendo terreno a los autoritarismos que buscan debilitar el orden internacional.

En cuanto a China, sus amenazas de imponer aranceles del 150% a los países BRICS y cortar relaciones comerciales con ellos, son una demostración de ignorancia económica. Los BRICS representan una parte fundamental del comercio global, y una ruptura con ellos significaría un colapso en las exportaciones agrícolas estadounidenses, un encarecimiento extremo de la energía y la exclusión de EE.UU. de mercados clave.

Si Trump realmente estuviera interesado en el bienestar económico de su país, buscaría acuerdos estratégicos en lugar de aplicar medidas extremas que solo aíslan a EE.UU.

En el ámbito institucional, más allá de la economía y la política exterior, Trump ha dado pasos peligrosos en la erosión de las instituciones democráticas. Su decisión de suspender la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero (FCPA), que evita que empresas estadounidenses sobornen a funcionarios de otros países, envía un mensaje de impunidad a las corporaciones y refuerza la corrupción global.

Con esta medida, Trump no solo destruye años de lucha anticorrupción en el mundo, sino que también debilita la credibilidad de EE.UU. como defensor de la transparencia y la ética en los negocios internacionales.

A esto se suma su insistencia en desmantelar el Estado federal, promoviendo despidos masivos en la administración pública bajo la excusa de la “eficiencia gubernamental”, mientras otorga poderes a multimillonarios como Elon Musk para reestructurar el aparato estatal.

Este enfoque autoritario pone en peligro los servicios públicos esenciales y genera un modelo de gobierno basado en el caos, la corrupción y el nepotismo, con decisiones tomadas por capricho en lugar de políticas fundamentadas.

Aún más preocupante, uno de los aspectos más alarmantes de la presidencia de Trump es su impulsividad y falta de previsión estratégica. Un líder con acceso al arsenal nuclear de EE.UU., que se deja guiar por emociones y decisiones improvisadas, representa una amenaza real para la estabilidad mundial.

Sus ataques a la OTAN, su retórica agresiva y su desprecio por el multilateralismo podrían desencadenar conflictos innecesarios o debilitar alianzas estratégicas en un momento donde las tensiones globales están en su punto más alto.

Las acciones impredecibles de Trump crean un escenario donde aliados históricos como Europa buscan independizarse de EE.UU. en materia de defensa, mientras adversarios como Rusia y China capitalizan el vacío de liderazgo estadounidense.

En síntesis, Donald Trump no es solo un presidente populista. Es un líder desconectado de la realidad, guiado por su ego y carente de visión estratégica. Sus políticas económicas son irracionales y dañinas para su propio país, sus acciones en política exterior traicionan a sus aliados y fortalecen a regímenes autoritarios, y su desprecio por las instituciones pone en riesgo el futuro de la democracia estadounidense.

Cada día que pasa, su presencia en la Casa Blanca se convierte en un peligro latente no solo para EE.UU., sino para el mundo entero. Su legado, lejos de hacer a América “grande otra vez”, está dejando una nación más aislada, vulnerable y debilitada en el escenario internacional.

Si la historia nos ha enseñado algo, es que el liderazgo irresponsable siempre tiene un alto costo. Y en el caso de Trump, ese costo podría ser el colapso del orden global tal como lo conocemos. ¿Cuánto más puede resistir el mundo las consecuencias de un liderazgo impulsivo y destructivo antes de que el daño sea irreparable?

domingo, 2 de febrero de 2025

Trump y su guerra comercial contra sus vecinos

Por Wens Silvestre 

La decisión del presidente Donald Trump de lanzar una ofensiva comercial contra México y Canadá, sus socios más cercanos, imponiendo aranceles del 25% a sus productos y del 10% a China, es un acto de irresponsabilidad económica y geopolítica que desafía toda lógica racional. En un mundo interconectado, donde las cadenas de suministro son fundamentales para la competitividad de cualquier nación, iniciar una guerra comercial sin una estrategia clara es más un ejercicio de estupidez que de protección económica. 

Lo paradójico es que esta embestida no solo dañará a México y Canadá, sino que Estados Unidos será el primer país en sentir los efectos negativos. Lejos de fortalecer su industria, Trump ha encendido una bomba de tiempo que traerá inflación, pérdida de empleos y debilitamiento del liderazgo global de EE.UU. ¿Por qué alguien tomaría una decisión tan errónea? La respuesta no está en la economía ni en la política comercial, sino en la psicología de Trump: el narcisismo, la obsesión por el poder y una percepción errónea de la realidad han convertido su segundo mandato en una receta para el desastre. 

México y Canadá no solo son los principales socios comerciales de EE.UU., sino que también forman parte de una economía norteamericana interdependiente. Las industrias manufactureras de los tres países están tan integradas que imponer aranceles del 25% es un golpe directo a las empresas estadounidenses, que dependen de insumos y productos intermedios provenientes de estos países.

- Más del 75% de los vehículos ensamblados en México y Canadá contienen partes estadounidenses. Encarecer esas piezas hará que los autos fabricados en EE.UU. sean menos competitivos y más caros para los consumidores, afectando seriamente al sector automotriz.

- El comercio con México y Canadá no solo implica manufactura; EE.UU. importa alimentos, medicamentos y materias primas esenciales de sus vecinos. Los costos más altos de importación se trasladarán a los consumidores, aumentando la presión inflacionaria.

- Canadá y México ya han anunciado que responderán con aranceles a productos estadounidenses. Esto golpeará a los agricultores y exportadores de EE.UU., que dependen de estos mercados.

En lugar de proteger la economía estadounidense, Trump está saboteándola desde dentro.

Curiosamente, el arancel a China es solo del 10%, una medida mucho menos agresiva que contra México y Canadá. Esto sugiere que, pese a su retórica contra Beijing, Trump sabe que cortar la dependencia de productos chinos es más complicado que destruir la relación con sus vecinos.

- Aunque Trump intenta forzar a las empresas a trasladar su producción fuera de China, la realidad es que los costos y la capacidad de producción en el país asiático siguen siendo esenciales para sectores como la tecnología y la industria farmacéutica, por tanto, EE.UU. sigue dependiendo de la manufactura china.

- Beijing no se quedará de brazos cruzados, aunque anunció acudir a la OMC, puede tomar represalias contra empresas estadounidenses o limitar la exportación de materias primas clave, como tierras raras, utilizadas en tecnología avanzada y defensa.

- Mientras EE.UU. se pelea con sus socios, China fortalece sus lazos con la Unión Europea, el Sudeste Asiático y América Latina, erosionando aún más la influencia de Washington en el comercio global.

Si la intención de Trump era debilitar a China, su estrategia es demasiado tibia y mal diseñada. En cambio, lo único que ha logrado es aislar a EE.UU. de sus aliados y fragmentar el comercio global sin ningún beneficio claro.

EE.UU. se aísla y pierde liderazgo

Más allá del daño económico, la guerra comercial contra México y Canadá socava la posición de Estados Unidos en el escenario mundial.

- México y Canadá han sido aliados históricos de EE.UU. Iniciar un conflicto comercial sin una razón válida envía un mensaje de que Trump está dispuesto a traicionar a sus socios más cercanos, esto implica una pérdida de confianza entre aliados.

- La OMC ya está recibiendo denuncias sobre la legalidad de estos aranceles. Si EE.UU. sigue ignorando las reglas del comercio global, otros países podrían hacer lo mismo, generando una fragmentación del sistema comercial que beneficiará a economías emergentes y reducirá el peso de Washington en las decisiones globales. La crisis en el sistema multilateral se agudizará.

- Mientras Trump aleja a sus aliados, China se posiciona como un socio comercial más confiable. Si México y Canadá buscan diversificar su comercio para no depender de EE.UU., Beijing será el principal beneficiado. Sin duda.

La estrategia de Trump no tiene ninguna ganancia diplomática. Al contrario, debilita su liderazgo y crea una oportunidad para que otras potencias reemplacen a EE.UU. en el comercio internacional.

¿Por qué Trump toma decisiones tan destructivas?

Para entender por qué Trump insiste en políticas autodestructivas, hay que analizar su perfil psicológico.

- Trump no tolera la crítica ni la oposición. Su guerra comercial no responde a una estrategia racional, sino a un impulso de demostrar poder sin importar las consecuencias.

- Trump no piensa en el futuro de EE.UU., sino en cómo sus acciones afectan su imagen política a corto plazo. Prefiere imponer aranceles hoy para vender una falsa narrativa de "protección nacional", aunque el costo a largo plazo sea catastrófico.

- Trump cree que el comercio internacional es un juego de suma cero, donde un país solo gana si el otro pierde. No entiende que EE.UU. depende de sus socios comerciales tanto como ellos dependen de EE.UU. hay un claro desconocimiento de los principios básicos de la economía.

- Trump ha construido un discurso de "América Primero" basado en la idea de que EE.UU. puede prosperar solo. Pero, en la era de la globalización, un país no puede ser económicamente fuerte aislándose del mundo.

Su toma de decisiones no responde a un análisis económico sólido, sino a impulsos emocionales y una necesidad patológica de reafirmar su poder.

En síntesis, la ofensiva arancelaria de Trump contra México y Canadá no tiene sentido económico, político ni estratégico. En lugar de fortalecer a EE.UU., sus medidas provocarán inflación, pérdida de empleos y de confianza en su política exterior.

- Los aranceles afectan más a las empresas y consumidores estadounidenses que a los países sancionados.

- China es el gran beneficiado de la fractura comercial de EE.UU. con sus aliados.

- México y Canadá no se quedarán de brazos cruzados y podrían buscar nuevos socios, debilitando aún más a EE.UU. 

- El liderazgo global de EE.UU. se erosiona, mientras Trump refuerza su imagen de "traidor" ante sus propios aliados.

Lo más preocupante no es la política en sí, sino la falta de racionalidad y estrategia detrás de estas decisiones. La administración de Trump no solo está jugando con la estabilidad económica de EE.UU., sino con su posición en el mundo.

Si su primer mandato estuvo marcado por la improvisación y el caos, su segundo mandato parece definido por un proteccionismo irracional que acelerará el declive de EE.UU. como potencia económica global.