domingo, 3 de noviembre de 2024

La responsabilidad como pilar de una sociedad sana y próspera

Por Wens Silvestre

En el complejo entramado de las democracias modernas, la responsabilidad de los líderes y representantes estatales no es simplemente un principio ético o un adorno de la retórica política; es, en esencia, la piedra angular sobre la que se construye y sostiene la confianza en las instituciones. La evasión de responsabilidades, tan arraigada en la práctica política global y especialmente visible en contextos como el peruano, no solo socava la legitimidad de los gobiernos, sino que también mina las posibilidades de desarrollo sostenible y bienestar de la población.

Desde un punto de vista científico, la responsabilidad es un comportamiento social y psicológico que implica un proceso de reconocimiento de las
propias acciones, decisiones y omisiones. Este concepto, ampliamente estudiado en el campo de la psicología social, se asocia con la madurez moral y la integridad personal. Un estudio de Bandura (1977) sobre la teoría del aprendizaje social ya apuntaba que la percepción de responsabilidad individual y colectiva es clave para la regulación del comportamiento humano. En términos económicos y sociales, esta percepción influye en la cohesión y cooperación comunitaria, elementos esenciales para el desarrollo de políticas efectivas y sostenibles.

El costo de la evasión de responsabilidades es alto y se manifiesta en múltiples dimensiones. En el ámbito económico, la falta de asunción de errores por parte de líderes y funcionarios repercute en una gestión ineficaz de los recursos públicos y en la pérdida de oportunidades de inversión y crecimiento. El Foro Económico Mundial ha señalado repetidamente que los países con altos niveles de corrupción y opacidad institucional enfrentan barreras significativas para atraer inversión extranjera y desarrollar un entorno empresarial competitivo.

Socialmente, la evasión constante de responsabilidades por parte de los actores políticos fomenta un ciclo de desconfianza y desafección ciudadana. La encuesta del Latinobarómetro de los últimos años ha mostrado que la confianza en las instituciones políticas de América Latina, y particularmente en Perú, es una de las más bajas a nivel mundial. Esta falta de confianza tiene un impacto directo en la estabilidad política y en la capacidad de los gobiernos para implementar políticas que favorezcan el bienestar social.

La democracia se fortalece o se debilita a partir de la percepción de legitimidad y responsabilidad de sus representantes. La teoría política de John Locke y las ideas modernas de teóricos como Daron Acemoglu y James A. Robinson, quienes han analizado las causas de la desigualdad y el fracaso de las naciones, refuerzan la importancia de la rendición de cuentas. Cuando los líderes no asumen responsabilidades, se establece un precedente peligroso que alienta la corrupción y perpetúa la desigualdad, privando a la población de los beneficios de un gobierno equitativo y justo.

Para restaurar la confianza en las instituciones, no basta con reformas superficiales; es necesario un cambio cultural y estructural que promueva la transparencia y la rendición de cuentas como principios fundamentales. Un estudio de Transparency International demuestra que los países que han logrado avances significativos en la lucha contra la corrupción y en la mejora de la gobernanza son aquellos donde la responsabilidad es un valor compartido, no solo entre líderes, sino en toda la sociedad.

Implementar políticas que incentiven la transparencia, fortalecer los mecanismos de supervisión y control, y educar a la población en valores cívicos son pasos necesarios para crear un entorno en el que la responsabilidad sea la norma, no la excepción. Este tipo de transformaciones no solo mejoran la percepción de las instituciones, sino que tienen un impacto directo en la eficacia de las políticas públicas y en el bienestar general de la sociedad.

La asunción de responsabilidades debe ser vista como una inversión a largo plazo en la estabilidad y prosperidad de una nación. No es un simple gesto de humildad política, sino un acto de liderazgo que tiene el potencial de restaurar la confianza pública y cimentar un camino hacia un desarrollo inclusivo y sostenible. En un mundo que enfrenta desafíos cada vez más complejos, desde crisis económicas hasta el cambio climático, solo una sociedad que valore la responsabilidad como un principio rector podrá superar estos retos y avanzar hacia un futuro más justo y próspero.

La confianza en las instituciones, una vez quebrantada, es difícil de recuperar, pero no es imposible. La clave está en entender que la responsabilidad no es solo una carga; es el fundamento sobre el cual se construyen las soluciones que pueden transformar vidas y comunidades, y en última instancia, asegurar un bienestar compartido que trascienda generaciones.